Un lío de millones es lo que tiene en la película del mismo nombre el matrimonio al que dan vida Gracia Olayo y Antonio Resines.
Bego y Agustín viven una jubilación tranquila en un pueblo de la sierra de Madrid. Sus hijos -Clara Lago y Alberto Olmo- se independizaron de esa manera en que se independizan muchos jóvenes que todavía tienen a sus padres relativamente cerca: con servicio de tuppers y ropa planchada a domicilio.
La una trabaja en un estudio de arquitectura y el otro está intentando abrirse camino en el mundo de la hostelería con un puesto de comida preparada en un mercado de abastos. De sus padres sólo se acuerdan cuando necesitan algo. Tanto es así que ni siquiera van a pasar las Navidades con ellos, para disgusto, sobre todo, de la madre, que sufre el síndrome del nido vacío.
¿Qué conseguiría animar a Bego? Que sus hijos pasasen las fiestas con ellos. Así que Agustín idea un arriesgado plan para que sus descastados vástagos vuelvan a su lado por unos días: fingir que han ganado a la lotería y que son multimillonarios.
Decía Groucho Marx: “¡hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!”. Una de ellas pasar tiempo con la familia. Estamos siempre tan ocupados que dejamos lo más importante para el final. Excepto si a nuestros progenitores les toca el gordo. En ese caso, los viajes a esquiar, los partidos de pádel, el trabajo y todo lo demás puede esperar y lo primero es acudir como perros hambrientos y babeantes a casa de papá y mamá, a ver si con suerte, cae algo más allá de unos tuppers y la ropa prêt-à-porter. Por ejemplo, unos cientos de miles de euros.
A los hijos de Bego y Agustín la jugada no les sale muy allá y a ellos cada vez les resulta más difícil desenredar la madeja y salirse del rol de ricachones en el que se han instalado. Con estos ingredientes, Resines, haciendo de Resines, y la vis cómica de Gracia Olayo, la carcajada está asegurada. Raúl Cimas, en su papel de jefe del estudio de arquitectura, y Bianca Kovacs, como pluriempleada del servicio doméstico, peluquera y camarera, hacen el resto. Completan el reparto Lucía Caraballo e Itzan Escamilla, en el papel de consortes de los hijos.
El filme, una comedia sin pretensiones, previsible, pero divertida, es un remake de la película francesa 'Mes Très Chers Enfants' (‘Mis queridísimos hijos’), de Alexandra Leclère. La versión española está dirigida por Susan Béjar y acaba de estrenarse en cines. Un buen plan para pasar una tarde navideña en familia. Eso si se pasan las fiestas en familia, claro, que, a lo mejor, sin lotería de por medio, tenemos otros planes.
Y si alguno quiere copiarles la idea a Bego y Agustín, con los niños de San Ildefonso cantando de fondo, todavía está a tiempo.
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