Entrevista | Toni Acosta «Me encantaría que, con la obra, la gente despertara esos sueños de adolescente porque es en la adolescencia donde uno aparca los sueños»
¿Qué haría usted si le dijeran que el fin del mundo llega en diez horas y treinta y seis minutos? Si nunca se lo ha planteado, desde el pasado 13 de junio hasta el 14 de julio tiene ocasión de hacerlo viendo en el Teatro Español ‘El fin’, una comedia apocalíptica de Paco Gámez -el dramaturgo más galardonado de su generación-, dirigida por José Martret. A lo mejor le da alguna idea la protagonista, Lina Martínez -interpretada por Toni Acosta-, una mujer normal, de cincuenta y un años, docente de instituto, que, ante la noticia del inminente fin del mundo, decide encontrar a su hijo para estar con él hasta el último momento, iniciando, así, un viaje de búsqueda también en lo personal.
En palabras de su director, la obra, ambientada en un futuro cercano, habla de los deseos ocultos, de aquello a lo que hemos renunciado en la vida y de aquello a lo que la hemos dedicado.
De los sueños, de las renuncias y del camino que nos vamos forjando he charlado con Toni Acosta.
Pregunta. ¿Es usted, como la protagonista de la obra, de esas personas que necesitan un ultimátum para darse cuenta de que no han tratado de cumplir sus sueños o, por el contrario, es de esas otras que los persiguen cada día?
Respuesta. Todos los que nos dedicamos a una profesión artística, en ese sentido, llevamos ventaja. Me refiero a eso del aquí y ahora, de estar presente, de ser consciente, de parar la cabeza. Yo sí soy una persona que se propuso hacer realidad los sueños de adolescente y lo que me gusta de esta obra es que personas que vengan que quisieron ser músicos, escritores, periodistas, pintores van a ver que se ponen encima de la mesa cosas que, en realidad, hoy en día se pueden hacer porque tenemos mucho más a mano la tecnología.
Me encantaría que la gente despertara esos sueños de adolescente porque creo que es en la adolescencia donde uno aparca los sueños, cuando toca ir a la Universidad. Hay una frase que es un engaño y que es para hacer camisetas: «haz una carrera que tenga salidas». ¿Qué salidas? ¿Tiene muchas puertas la facultad? Tienes que hacer algo que te guste porque si no, luego vienen la frustración, la ansiedad y las depresiones por estar en unos trabajos que realmente no te aportan a ti, a nivel personal, nada. Hay que ir a la adolescencia a ver en aquel momento qué querías ser.
Por otro lado, solemos ser las mujeres las que renunciamos a lo que queremos. Nos quitamos el ocio, el deporte o los cuidados a una misma porque los cuidados son siempre al otro.
P. ¿Cree que eso es algo que tenemos que cambiar, a nivel sociedad, hombres y mujeres o que también tendría que venir de las instituciones?
R. Tendría que venir de las instituciones también, pero yo creo que el cambio empieza en nosotras, en plantarnos y decir que no, que es muy complicado porque una se ve metida en ciertos patrones. Por eso, necesitamos referentes. Y si las instituciones toman partido, hay medidas que se ven, que son noticia, que ocupan titulares. Necesitamos visibilidad y menos queja por la otra parte.
La realidad es que si te quejas porque te duele la regla, eres una quejica, si te quejas por el embarazo, que es la revolución del cuerpo más grande, eres una floja, después, no puedes decir que tienes depresión postparto porque eres una pesada, y lo mismo con la menopausia o el nido vacío. Claro, pero es que si no, no se habla de estas realidades, que son nuestras realidades. Estaría muy bien que alguien nos escuchase en lugar de decir «qué pesada».
Yo siempre digo que las mujeres somos unas heroínas. Y el otro día, una periodista me decía que lo somos por todo lo que hacemos y por lo que no hacemos. Por todo lo que se te queda sin hacer también eres una diosa. Lo que no puede ser es que toda esa carga vaya encima de nosotras. La obra ‘El fin’ también habla de esto. Paco Gámez me decía que él se inspiró en su hermana, que se acababa de divorciar, y él veía que todo era para ella y que lo era con una naturalidad… Te diría que hasta presumimos de poder con todo.
P. ¿Qué supone estrenar en un teatro con tanta historia como el Teatro Español? ¿Impone?
R. Sí, sí, sí. Yo no vengo aquí de moderna ni nada. Voy con muchísima humildad, siendo muy consciente del camino que he hecho para llegar aquí. Soy también muy afortunada de que esto me llegue con cincuenta y dos años porque aprecio mucho esta entrada a la sala grande del Teatro Español. Era un sueño. Y es curioso porque los sueños, a veces, se materializan de la manera más inesperada. Ni lo busqué ni hice prueba ni estuve atenta. José Martret me llamó y la obra era en la sala grande del Teatro Español. Sí que creo en el trabajo diario, en el pasito a paso, en ir sembrando un camino. En teatro, sobre todo, lo único que te va a dar personajes y funciones importantes es el trabajo diario y el estar a favor de obra y a favor del público.
Hay presión, quiero hacerlo bien y estoy trabajando mucho para que salga bien. Fíjate, tengo la presión del Teatro Español y la propia presión que me pongo yo porque cuando empecé era una inconsciente, me importaba menos si me salía bien o me salía mal, pero ahora siento que tengo una responsabilidad con mi propio trabajo, con mi propia carrera, con mi trayectoria.
P. La obra se define como una comedia apocalíptica. Sin hacer spoiler, ¿qué se van a encontrar los espectadores cuando vayan a verla?
R. Se van a encontrar con el fin del mundo. Que se preparen para eso porque uno se vuelve muy loco en el fin del mundo, empieza a hacer cosas que igual no son coherentes. Quiero que vengan muy dispuestos a vivir una experiencia. Se está trabajando mucho en que así sea, por ejemplo, con el sonido. Me lleva a pensar en el volcán de La Palma, donde la gente se acostumbró a vivir con un sonido muy particular, denominado tremor, que es como un temblor permanente de la tierra.
En la obra hay algo de «viene usted a reírse, pero ojo, que viene a ver el fin del mundo». Me preguntaba un periodista «pero, entonces, ¿cómo acaba?, ¿cómo lo digo?» y le he dicho «‘El fin’ es el fin, pon ese titular». Si se llama así, es por algo.
Quiero que los espectadores se lleven la reflexión de «¿y yo qué?». Me gustaría que la gente se sintiera identificada con lo que está pasando en el escenario y pensase «ostras, puedo ser yo».
P. Con lo anestesiados que estamos ante tanta información, la obra nos ofrece la posibilidad de sentir que algo nos interpela directamente, ¿no?
R. Estamos sobre estimulados, ¿no te parece? Uno no puede atender a tanto estímulo, es imposible, con lo cual está muy bien parar y, ahora que viene el verano, que es una época en la que el calor te hace esconderte en tu casa a mediodía, es buen momento para parar y pensar «y yo qué, hacia dónde voy yo».