Entrevista | Rosa Montero: «La buena suerte te la ganas. Consiste en mirar el mundo desde otra perspectiva y, sobre todo, en narrarte el mundo de otro modo»
Rosa Montero, escritora y periodista entre cuyos numerosos reconocimientos se encuentra el Premio Nacional de las Letras, acaba de publicar ‘La buena suerte’, una novela llena de misterio que reflexiona sobre el bien y el mal y en la que no falta el humor porque, como ella misma dice, la vida es una tragicomedia.
La novela es casi profética. El protagonista, Pablo, se recluye en Pozonegro, un pueblo desprovisto de toda belleza al que apenas le queda vida, donde termina encontrando respuestas a las incógnitas de su existencia. Poco después de escribirla, y pendiente todavía la revisión final, una pandemia nos obligó a confinarnos y sumió al mundo en un pozo negro, en el que aún quedan muchas preguntas por responder.
Pregunta. ¿Qué ha significado para usted ‘La buena suerte’?
Una novela que me fue especialmente difícil de escribir, porque es poco convencional y muy compleja bajo su aparente sencillez. Pasé por momentos de mucha inseguridad mientras la escribía, pero ahora estoy muy contenta. Creo que es una de las mejores novelas que he escrito, y me está dando muchas alegrías porque la gente me dice cosas preciosas de ella.
P. Según un proverbio japonés, «el día que decides hacerlo es tu día de suerte». ¿La buena suerte hay que buscarla?
¡Totalmente! Yo creo en la mala suerte. Conozco a gente maravillosa, llena de talento, generosidad y esfuerzo, que lo hacen todo para tener una vida feliz, pero que salen a la calle y les atropella un camión. Hay personas a las que la vida les pasa por encima y los destroza, así que la mala suerte existe, pero la buena suerte te la ganas. Consiste en querer tener buena suerte, en mirar el mundo desde otra perspectiva y, sobre todo, en narrarte el mundo de otro modo.
P. Y la mala suerte, ¿es posible hacer algo para evitarla? ¿Podemos combatirla con nuestra actitud?
La verdadera mala suerte, a la que me refería en la respuesta anterior, no se puede evitar, por eso es mala suerte. Pero lo que sucede es que el 95% de las veces llamamos mala suerte a algo que no es más que nuestra mala manera de gestionar lo que nos sucede. Si cambias la narración que te haces sobre lo que te ocurre, cambias literalmente tu vida.
No controlamos lo que nos sucede, pero sí controlamos cómo respondemos a lo que nos sucede y, ahí, nos ganamos el derecho a ser felices.
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No controlamos lo que nos sucede, pero sí controlamos cómo respondemos a lo que nos sucede y, ahí, nos ganamos el derecho a ser felices».
P. Raluca aparece en la vida de Pablo, y de Felipe, como un ángel de la guarda. ¿Todos tenemos uno?
¡Sin duda! El mundo está lleno de estos ángeles, en realidad. Pero a los ángeles de la guarda también hay que saber verlos, cuidarlos y quererlos.
P. El comienzo de la novela sitúa al protagonista en un tren de camino a Málaga, pero el verdadero viaje que hace a lo largo de ella es un viaje interior en el que transita por el bien y el mal, el amor y el odio, el miedo y el deseo, la envidia, la familia, la vejez, la culpa y la redención… ¿Vivimos tan rápido porque nos da miedo pararnos a mirar dentro de nosotros mismos?
Es una gran reflexión y estoy completamente convencida de que es así. Vivimos en un mundo tremendamente aturdidor y ese aturdimiento es como una droga de la abusamos justamente por miedo a pensar y a ver la realidad.
P. No serán pocos los que, en algún momento, habrán sentido que su vida descarrilaba y habrán deseado, como Pablo, bajarse del tren. ¿Huir es de cobardes?
Yo creo que todos los humanos hemos debido de sentir en algún momento esa tentación de dejarlo todo, de salirte de tu vida y ser otro. Y no ya porque tu vida no te guste, sino porque venimos al mundo con tantas posibilidades de ser, con tantísimos futuros distintos por delante que, luego, cuando el tiempo nos va recortando esas posibilidades y nos vamos quedando encerrados en nuestra vida, esa existencia, por buena y grande que sea, siempre es más pequeña que nuestros sueños y nuestra potencialidad. La posibilidad de ser otro es algo tentador, hipnótico, vertiginoso. Eso sí, poca gente se sale tanto de su vida como Pablo (aunque no tan poca: de 2010 hasta hoy han desaparecido en España más de 200.000 personas). Y no, no creo que intervenga la cobardía. Hay veces que para huir de tu vida tienes que ser muy valiente.
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Hay veces que para huir de tu vida tienes que ser muy valiente».
P. Sus novelas son novelas de supervivientes. ¿Hasta dónde llega la capacidad del ser humano para reinventarse?
Hasta niveles que no podemos ni imaginar. Hay un antiguo refrán que dice: que Dios no te mande todo lo que puedas soportar. Y es que lo podemos soportar casi todo. Tenemos que tener esperanza en esa capacidad de resistencia y de supervivencia del ser humano. Somos bichos increíblemente tenaces.
P. Dice en la novela que ser otro es un alivio. De no ser Rosa Montero, ¿quién habría deseado ser?
Etóloga, probablemente. Es decir, estudiosa del comportamiento animal. O música. Pianista o violinista.
P. El personaje de Felipe lleva años planificando su suicidio, pero lo va retrasando porque nunca le viene bien. Ante una situación complicada, ¿qué nos mueve más: el miedo a la muerte o el amor a la vida?
Depende mucho de la situación y de la persona. Alguien con muchos dolores y sin posibilidad de mejora teme mucho menos la muerte que tú y yo, por ejemplo. Y hay personas con trastornos depresivos que no consiguen amar la vida.
P. La novela recoge una cita de Lorenzo de Medici: «Quien quiera estar contento, que lo esté. Del mañana no hay certeza». Y si algo hemos aprendido este año es a no hacer planes. ¿Ha sido la pandemia una lección de humildad para una sociedad que se creía capaz de controlarlo todo?
Ha sido una tremenda lección de humildad, desde luego, pero me temo que no estamos aprendiendo nada. O muy poco. Solo veo un incremento del miedo, de la intolerancia y de la violencia a mi alrededor.
P. ¿Hasta qué punto podemos escapar del destino? ¿Y del pasado?
En ‘Historia del Rey Transparente’ escribí: «La gente llama destino a lo que sucede cuando se cansa de luchar». No creo en el destino, y aunque el pasado, sin duda, influye mucho y nos llena la mochila de piedras, estoy convencida de que también puedes escapar de él.
P. Sus novelas no ocultan las tinieblas de la vida, pero están llenas de luz. ¿Cuál es el secreto de ese optimismo que la caracteriza?
Pues no sé bien. Creo que es algo biológico. Debo de tener una buena sopa química, rica en oxitocina, porque soy una disfrutona. Me encanta la gente y me enamora la vida.
P. Parece que la realidad está superando a la ficción. ¿Cómo cree que va a influir la situación actual en los procesos creativos?
Tendremos que digerir todo esto, tendremos que terminar de atravesar este trauma y dejarlo reposar en nuestras tripas hasta que pase a nuestro inconsciente y resurja convertido en mito literario. Quizá dentro de diez años aparezcan un montón de obras hablando no ya de la pandemia, sino del aislamiento, de fareros en una isla perdida y cosas así.
P. Usted tiene adquirido el hábito de la alegría. ¿Cómo podemos ponerlo en práctica para afrontar estos tiempos que corren y los que están por venir?
Como comentaba, creo que tengo una buena base biológica, pero también, como se dice en la novela, creo que la alegría es un hábito y que hay que ejercitarla. Y eso se consigue aplicando la cabeza, cambiando de mirada y de narración. Empieza a contarte tu vida de otro modo.
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Creo que la alegría es un hábito y que hay que ejercitarla. Y eso se consigue aplicando la cabeza, cambiando de mirada y de narración. Empieza a contarte tu vida de otro modo».
P. Durante estos meses, hemos sido testigos de numerosas iniciativas solidarias, pero también de determinados comportamientos que, motivados, quizá, por el miedo que produce la incertidumbre, contribuían a reforzar el individualismo imperante en nuestra sociedad. ¿Saldremos de esta siendo más sabios y mejores personas?
Pues mira que, en general, soy una persona bastante optimista, pero la verdad es que lo dudo. Como he dicho antes, me parece que no estamos aprendiendo nada y que incluso vamos a peor.
Si todavía no han tenido la fortuna de leer esta fascinante novela, háganlo. Es un bálsamo para estos tiempos aciagos. Y ya saben, la buena suerte hay que ganársela.