Entrevista | Pilar Palomero «Para que podamos apreciar los destellos de la vida tiene que haber oscuridad en ella»
Tras una fructífera trayectoria en el cortometraje, Pilar Palomero dio el salto al largometraje en 2020 con ‘Las niñas’, una película que narra el paso de Celia de la infancia a la adolescencia en la Zaragoza de principios de los noventa, ganadora de la Biznaga de Oro a la Mejor Película en el Festival de Málaga y de cuatro Premios Goya, entre otros muchos reconocimientos. Dos años después, llegó ‘La maternal’, una cinta en la que la cineasta explora la maternidad adolescente. ‘Los destellos’ es su tercera película. Se estrenó en la pasada edición del Festival de San Sebastián, donde su actriz protagonista, Patricia López Arnaiz, recibió la Concha de plata a mejor interpretación, igual que sucedió en 2022 con Carla Quílez, protagonista de ‘La maternal’.
‘Los destellos’ es una adaptación del relato ‘Un corazón demasiado grande’ de la escritora Eider Rodríguez. Cuenta la historia de Isabel -Patricia López Arnaiz-, cuya vida da un inesperado giro cuando su hija Madalen -Marina Guerola- le pide que cuide de su padre -Antonio de la Torre- enfermo. Tras quince años alejada de su exmarido, Isabel tiene que hacer frente a resentimientos que creía superados. Completa el reparto Julián López, que interpreta, en un registro muy distinto al que nos tiene acostumbrados, a Nacho, la actual pareja de Isabel.
En estos tiempos de prisas e inmediatez, ‘Los destellos’ es casi un ejercicio de mindfulness, una película que invita al sosiego, a concentrarse en el aquí y el ahora, a saborear esos momentos de luz que tiene nuestra existencia. Es un canto a la vida y una llamada a interesarnos por quienes tenemos cerca.
Rodado en Horta de Sant Joan, el pueblo tarraconense con el que Palomero tiene un fuerte vínculo y que ya fue escenario de muchos de sus cortometrajes, el filme cuenta con numerosas nominaciones en la actual temporada de premios del cine español, entre ellas, cuatro a los Premios Goya, que se celebran en Granada el próximo 8 de febrero.
De todo esto y más he tenido el placer de charlar con la cineasta zaragozana.
«Asociamos la bondad a la inocencia y a la mojigatería, pero a mí me parece la virtud más importante a la hora de trabajar y de relacionarme con el mundo»
Pregunta. ‘Los destellos’ es una película sobre buenas personas. En tu discurso cuando recogiste el premio Málaga Talent en la pasada edición del Festival de Málaga reivindicaste la bondad, citando una columna de otra zaragozana, Irene Vallejo, que llevaba por título un verso de Gloria Fuertes -‘Me erotiza la gente buena’- y que decía que «la bondad tiene una reputación aburrida, insulsa, moralizadora y pusilánime. Se elogia episódicamente, pero se devalúa por sistema». ¿Por qué crees que está tan poco valorada la bondad?
Respuesta. Creo que es lo que comenta Irene de manera tan certera en su artículo. Me da la sensación de que la asociamos a esta cosa del prójimo, de colegio de monjas que veíamos en la película ‘Las niñas’. Tiene algo que ver con toda esta herencia judeocristiana que tenemos y nos huele a rancio. Parece que siempre nos hace gracia el listillo o la listilla y que asociamos la bondad a la inocencia y a la mojigatería. ¿Por qué lo asociamos? No lo sé. Seguramente porque la gente que es buena quizá sea más inocente y salga perdiendo muchas veces, desafortunadamente, pero ojalá haya ese cambio de chip, que cuando veamos a alguien bueno digamos «madre mía, qué maravilla esta persona» y no pensemos «uy, parece que se ha caído de un guindo».
Entiendo mucho a Gloria Fuertes cuando dice «me erotiza la gente buena». Tengo la sensación de que nos fascinan personalidades más complejas, pero a mí la bondad me parece la mejor virtud y la más importante a la hora de trabajar y, sobre todo, a la hora de relacionarme con el mundo, con las personas de mi entorno. Lo que me importa de la gente de mi alrededor es que sean buenas personas y también intentar serlo yo. Ser bueno también consiste en saber perdonar: en que nos perdonen y perdonar nosotros.
P. Uno de los temas de la película es el de los cuidados. Como la película está planteada desde el punto de vista de Isabel, se ha hablado mucho de los cuidados de Isabel a Ramón, dos personas que compartieron la vida, pero que, desde hace años, son desconocidos el uno para el otro. Me gustaría detenerme en los cuidados de la hija, Madalen, al padre. Los hijos estamos acostumbrados a que nos cuiden, pero llega un momento en que somos nosotros los que tenemos que cuidar a nuestros padres y, muchas veces, a distancia, como es el caso de Madalen porque vive en otra ciudad. ¿Lo hacemos lo mejor que podemos?
R. Con los años cambian las tornas y, de repente, eres tú el que te tienes que responsabilizar de tus padres, y eso es lo que le pasa a Madalen. El relato de Eider comienza directamente con Madalen pidiéndole a su madre que, por favor, cuide de su padre. A mí me interesaba mucho cómo Isabel empieza a hacer esto exclusivamente por amor a su hija porque si no lo hace, sabe que su hija va a dejar los estudios y va a instalarse con su padre.
Además, creo que se produce otra cosa y es que los hijos también enseñamos cosas nuevas a los padres, o sea, que esa educación que nos han dado, luego, revierte en ellos porque también aprenden. Por ejemplo, a mí ahora me pasa con mis sobrinos, que también me educan. Al final, nos educan todas las personas con las que estamos.
P. Me decía Celia Rico, al hilo de ‘Los pequeños amores’, que los cuidados no son sólo las curas, sino que también son los afectos. En casos como el de Ramón, por ejemplo, no sólo se trata de que te curen las heridas físicas, sino de que alguien con quien has compartido tu vida por relación familiar o de amistad esté ahí tendiéndote su mano, ¿no?
R. Sí. Y también son importantes los cuidados más allá de la enfermedad. Es verdad que la película muestra un caso extremo: alguien va a fallecer, hay una cuenta atrás y todos son conscientes. Digamos que eso imprime a todo una sensación de inmediatez, de que todo tenga que ocurrir ya, pero ojalá se pueda leer en esos términos en los que hablaba Celia de los afectos y que sea algo cotidiano, que haya una preocupación por el otro y que esos cuidados no aparezcan únicamente cuando se necesitan. Se puede y se debe cuidar en el día a día. Algo tan sencillo como preguntarle a quien ves que le está ocurriendo algo si está bien, si le puedes ayudar en algo es una forma de cuidar, sin necesidad de que haya una enfermedad ni ningún problema.
«De la duda, de la incertidumbre y de la inseguridad se puede sacar siempre algo bueno»
P. Al principio, cuando Isabel le ofrece su ayuda, Ramón le dice que ya se apaña él. ¿Por qué nos cuesta tanto dejarnos ayudar?
R. Por lo mismo por lo que, a veces, las relaciones humanas son -o las hacemos- tan complicadas. Porque aparecen los egos, las inseguridades, los miedos, los rencores. En cuidar y ser bueno, siendo conscientes de que, como seres humanos, somos complejísimos y contradictorios, es donde está el reto. A veces, es tan difícil cuidar como dejarse cuidar. Para dejarse cuidar hay que asumir un grado de humildad y la propia vulnerabilidad: saberse vulnerable y que te deje de dar pudor mostrarte así.
Hay una cuestión que me interesa mucho y es que nuestra naturaleza nos lleva casi siempre a ocultar nuestras vulnerabilidades, nuestros miedos, nuestras preocupaciones; sin embargo, creo que cuando más nos unimos los unos con los otros es cuando compartimos esas cosas que nos dan miedo, vergüenza o que nos hacen sentir mal porque es entonces cuando se produce una conexión auténtica y verdadera entre las personas. Ojalá nos diera menos miedo mostrarnos tal y como somos porque quizá nos haría ser mejores. No es que sea yo una experta en esto, pero es una sensación que tengo, al menos, a mí me ha pasado así: mostrarme vulnerable me ha hecho unirme a personas que estaban pasando por lo mismo o que, por otros motivos, entendían lo que me ocurría.
Esto lo pienso mucho respecto al cine porque creo que es una profesión en la que, si no dabas una respuesta inmediata, se ponía en duda tu valía y a mí siempre me ha parecido que hacer del defecto virtud es algo que nos puede hacer también más honestos. Como cuando le preguntas algo a un profesor y no lo sabe; si se oculta tras una respuesta inmediata, igual te da una respuesta inexacta, pero el profesor que dice «no estoy seguro, déjame que lo consulte» viene a la siguiente clase con todo preparado y te lo resuelve. De la duda, de la incertidumbre y de la inseguridad se puede sacar siempre algo bueno.
P. ¿Tenemos que esperar a que nos dé un zarpazo la vida para apreciar los destellos que también hay en ella?
R. Desafortunadamente, a veces, pienso que sí. No es que sea necesario, pero la vida, aunque tiene muchos destellos, también tiene mucha oscuridad. En absoluto quiero dar un mensaje naif porque la vida puede ser muy dura. No quiero romantizar tampoco el proceso de duelo, que es horrible. Perder a un ser querido es lo peor que te puede ocurrir. Ojalá no tuviéramos que vivirlo. No hay nada bonito en eso, pero sí que es verdad que, igual que eso forma parte de la vida, también forma parte de ella la belleza. Y supongo que funcionan las dos juntas, que funcionan en contraposición. Para que haya destellos, tiene que haber una oscuridad en la que se vean. El reto es asumir que los momentos de oscuridad también forman parte de la vida.
Pensándolo bien, más que el hecho de que te dé un zarpazo, lo que creo que hace falta es estar muy conectado con la vida, o sea, estar muy presente, que es algo que tiene mucho que ver con el oficio de dirigir. La dirección de cine para mí tiene más que ver con el hecho de estar presente que con el talento o incluso que con el trabajo. Hay que estar siempre observando y siendo consciente de lo que te está sucediendo y de lo que le sucede a la gente a tu alrededor porque si no, esos destellos sí que te pueden pasar desapercibidos. Y es verdad que tendemos a ir con el piloto automático. Es algo que nos ocurre a todos y tengo la sensación de que esto es así más ahora que hace treinta años. Estar presente es un ejercicio que podemos hacer todos y que permite ver mucho más y con mucha más claridad lo que nos rodea.
P. En 2020 estrenaste tu primera película. ¿Has vivido, desde entonces, muchos destellos, muchos momentos que vayas a recordar siempre?
R. Muchísimos. Están siendo unos años muy bonitos. Todo lo que ocurrió con ‘Las niñas’ fue muy inesperado y creo que eso lo hizo todavía más bonito. La idea era hacer una película de la que yo me sintiera orgullosa y que conectara con la gente, pero superó todas mis expectativas. Yo tenía la impresión de que podía conectar con algunas personas, pero al estrenarla, me di cuenta de que estaba conectando mucho más de lo que esperaba. Eso fue precioso y una gran suerte porque ese éxito me ha permitido continuar. Voy apuntalando mi carrera con cada película. Y ojalá pueda seguir haciendo películas mientras el cuerpo me lo permita.
Ha habido momentos inolvidables. Por supuesto, todo lo bueno viene de la mano de cosas que quizá no son tan buenas. Por ejemplo, en el rodaje, la posproducción y el estreno de ‘La maternal’, como el éxito de ‘Las niñas’ había sido tan grande, la contrapartida fue que los nervios y la ansiedad por cómo iba a ser esa segunda película fueron mayores. No puedo quejarme de nada porque las tres películas que hecho las he hecho como he querido. Por supuesto, todo es mejorable siempre y me encantaría hacer las cosas con más presupuesto, más tiempo y más medios, pero me he sentido con libertad para hacerlas y las he hecho muy desde el corazón, desde las entrañas.
P. Como comentas, tras el éxito de una ópera prima, hay mucha presión al hacer la segunda película. ¿Cómo ha sido hacer la tercera? ¿Hay también presión por seguir estando a la altura o la experiencia ya es un grado?
R. Ha sido diferente. Estoy viendo que cada proceso es distinto. Creo que como ‘Las niñas’ no va a haber nada. Es como el primer amor. Lo hablaba el otro día con las niñas, que ya no son niñas. También ellas han vivido nuevos rodajes y todas compartimos que, como aquél, ninguno, que aquél es el rodaje de nuestra vida.
El de ‘Los destellos’, por ejemplo, ha sido un rodaje precioso, muy familiar, en mi pueblo, Horta de San Joan (Tarragona), con un equipo que ya considero mi familia cinematográfica, gente que he conocido trabajando y que se han convertido en amigos íntimos o que incluso ya eran amigos antes. Ha sido muy plácido. Y en el estreno sí que se pasan muchos nervios, pero nada que ver con el de ‘La maternal’.
Por cómo le había ido a ‘Las niñas’, con ‘La maternal’ sentí mucha presión. Mucha gente me decía: «ahora a por otro Goya, ¿no?». Y yo no estaba buscando eso. Yo lo que he querido siempre es hacer películas que me gusten, de las que esté orgullosa y que, ojalá, en el futuro se sigan pudiendo ver. En aquel momento, también sabía que había quien podía pensar que ‘Las niñas’ había sido un golpe de suerte porque, obviamente, la suerte influye. Me alegro mucho de estar ya en la tercera película porque lo de la segunda fue como quitarse una tirita
De todas formas, el momento más duro del proceso de hacer una película es cuando ya las ha terminado. Mientras la estás escribiendo, filmando o montando siempre puede mejorar, pero cuando la acabas, ya es lo que es y sabes que lo que opinen los demás sobre ella te va a influir en tu apreciación sobre lo que has hecho. Tienes que recordarte muchas veces qué sientes tú respecto a tu propia película para que si luego no funciona, no pienses que la película es peor. Aunque también puede ocurrir que hagas una película y que el resultado no sea lo que querías o lo que esperabas porque hay muchas variables a tener en cuenta.
P. Es la primera adaptación que haces. ¿Cómo te enfrentaste a ella?
R. Fue, sobre todo, a raíz de leer el relato de Eider Rodríguez por primera vez y sentir que iba a ser capaz de hablar de algo tan personal gracias a esos personajes que ya existían. Yo conocí a Isabel, a Nacho, a Madalen y a Ramón cuando ya tenían vida propia y me sentí más tranquila a la hora de que ellos pudieran vehicular cosas que eran más personales. Y también fue gracias a la generosidad de Eider. Hablé con ella y le dije que necesitaba hacer mío el relato, buscar la manera de partir de sus personajes y de la trama que ella proponía, pero llevarlo a un terreno, sobre todo por el tema del que iba a tratar la película, que tenía mucho de vivencia personal, de cosas que yo había experimentado y que quería reflejar. Y tan es así que yo no había vuelto a leer el relato desde que empecé a escribir el guion y, tres años después, volví a leerlo para una charla que hice con Eider y me sorprendió porque había cosas como, por ejemplo, la visita de los médicos de paliativos, que yo estaba convencida de que estaba en el relato y, al releerlo, me di cuenta de que no. Eider y yo decimos que es como si hubiéramos tenido un hijo las dos y no sabemos si los ojos son míos o suyos. Se ha mezclado la genética de ambas.
P. Hasta ahora, los largometrajes que has dirigido los habías escrito también tú. ¿Dirigirías una película que no hubieras escrito tú?
R. Todo dependería de las circunstancias. Si me llega un guion y veo que está perfecto, para qué cambiar algo que ya funciona, pero lo veo muy complicado porque pienso que el proceso de hacer la película es un proceso orgánico en el que todo va cambiando. De repente, incorporas a un actor o a una actriz y hace que el personaje sea distinto, de manera que, obligatoriamente, tiene que modificarse lo que está escrito ya. De todas formas, no me cierro a nada. Creo que todo es un aprendizaje y me parece que tiene que ser un proceso interesante el de coger un proyecto con un texto que no sea mío y filmarlo. Lo que ocurre es que en el montaje escribo tanto que aunque rodara el guion tal cual está, en el montaje cambiaría. El montaje es el momento de la escritura definitiva, entonces, no lo sé. Tendría que ver el caso concreto. Si trabajase con una plataforma que me hiciera una propuesta en la que no pudiera cambiar nada y yo la hubiera aceptado, iría adelante con todo, pero si pudiera hacerlo mío, mi tendencia sería al cambio, a la evolución.
P. De tus tres largometrajes, ‘Los destellos’ es la película que cuenta con más actores de reconocida trayectoria. ¿Qué diferencias y qué similitudes has encontrado desde el punto de vista de la dirección de actores entre ‘Los destellos’ y ‘Las niñas’ y ‘La maternal’, en las que trabajaste con muchas actrices no profesionales?
R. He intentado continuar con la misma forma de trabajar que ha habido en ‘Las niñas’ y en ‘La maternal’, lo que pasa es que es distinto porque la manera de llegar al mismo lugar se hace por caminos diferentes. Quizás en ‘La maternal’ y en ‘Las niñas’ era más a través de las improvisaciones mientras filmábamos. Improvisaciones, como siempre digo, muy trabajadas. Que quede claro que improvisar no significa que no haya rigor. Actores con tanta trayectoria como Patricia, Julián o Antonio ya parten de una experiencia, entonces, puedes modular más las emociones sin tener que hacerlo a través de ese camino de la improvisación o del juego.
Cuando les ofrecí participar en la película a Patricia, Julián y Antonio, lo primero que les expliqué fue cuál era mi forma de trabajar para saber si les interesaba trabajar conmigo o no porque yo voy con un guion muy trabajado, al que he dedicado lágrimas, sudor y todo el esfuerzo que he podido, pero le doy mucha importancia a estar presente en el rodaje, entonces, si el rodaje da pie a que suceda algo inesperado que me parece que aporta a la historia, yo lo voy a incluir. No quiero ceñirme a lo que está escrito porque considero que la vida es mucho mejor guionista y para eso tienes que tener la complicidad de los actores. Por ejemplo, nunca se corta hasta que yo lo digo. Y, como también puedo escribir a medida que filmamos, si, de repente, yo doy una indicación, el juego es seguir. Eso sí, para ello hay que conocer muy bien a los personajes y ese es el trabajo que hago con los actores antes de rodar para que entiendan muy bien quiénes son, qué les pasa, dónde están. Por eso, la experiencia en ‘Los destellos’ no ha sido tan diferente.
Para estas tres películas he creído que la aproximación era esta y me alegro de que haya sido así, pero para otros proyectos quizá será distinta. A lo mejor algún día trabajaré haciendo una mesa de guion, sentándonos a leer el texto, analizándolo, que es una manera también muy válida, pero la forma de trabajar depende del proyecto, del lenguaje que tenga, de cómo la sientas.
«Hacer películas me parece un privilegio y hacerlas desde el disfrute lo siento casi como una responsabilidad»
P. Decías también en Málaga que el cine no tiene por qué ser un proceso traumático, sino que puede y debe ser un espacio de crecimiento y creatividad. Los actores hablan maravillas de ti como directora. ¿Cuál crees que es tu ingrediente secreto?
R. Que los actores estén contentos en el set y con el trabajo que hacemos depende de todo el equipo. Yo, por ejemplo, me esfuerzo mucho en que trabajemos un equipo de gente que sé que no va a generar problemas, que no va a haber malos rollos. Obviamente, a veces, es incontrolable, pero la verdad es que no me ha sucedido. Tiene mucho que ver con que los actores, los técnicos y yo misma nos podamos sentir cómodos porque, entonces, sacamos lo mejor de nosotros mismos.
Me imagino trabajar con actores que me cuestionaran todo el tiempo o que me hicieran sentir insegura, y creo que me bloquearía. Intento crear un clima de confianza y creo que esto se consigue con el tiempo. Para mí, las convivencias que hacemos antes de rodar no son tanto para preparar los personajes, que también, sino para pasar tiempo juntos y conocernos en muchas circunstancias, no sólo trabajando, sino cenando, despertándonos por la mañana con las legañas y el pelo revuelto. Sirve para que, luego, en el rodaje sepan que si yo tengo una mirada triste o preocupada, igual no es porque algo no esté funcionando, sino que a lo mejor yo tengo esta forma de ser cuando me despierto, que necesito cinco cafés y si no me los tomo, estoy fatal. Y lo mismo con ellos.
Lo pasé tan mal en algunos rodajes, concretamente, en dos, dirigiendo yo y siendo parte del equipo técnico, fueron tan duros que creo que de ahí saqué la conclusión de que yo me lo quiero pasar bien rodando, aunque, evidentemente, no siempre se puede, como sucede en cualquier trabajo. También es que me parece un privilegio hacer películas y hacerlas desde el disfrute casi lo siento como una responsabilidad. El peor momento es cuando te entra la inseguridad de si lo que estás filmando está bien o no, si te gusta o no, pero hay que intentar disfrutar lo máximo posible no sólo en el rodaje, sino en toda la preparación y tratar de silenciar esas voces que todos tenemos que, a veces, no boicotean.
P. Además de la bondad y de generar ese clima de confianza, ¿qué cualidades dirías que ha de tener un cineasta?
R. Hay que ser muy humildes para hacer películas. Yo soy gran defensora del trabajo, pero también hay que ser humilde para ser consciente de que la película tomará su camino, que uno hará lo imposible para que quede lo mejor posible, que hará la mejor película que pueda, pero sabiendo que no siempre va a quedar como uno quiere o no va a conseguir los espectadores que a uno le gustaría o no va a estar en una temporada de premios como uno desearía.
Muchas veces, vemos una película y decimos «¡qué horror!» y cuando estás dirigiendo, te das cuenta de que nadie hace una película mal a propósito. Grandes directores de la historia del cine tienen películas malas por muy genios que sean. Y es porque el cine es un arte, no hay un cálculo detrás. Hay algo que tiene que ver con las energías.
Al final, yo creo que a la hora de levantar un proyecto hay que enfrentarse a esa película como si fuera la primera. La humildad es una cualidad que valoro mucho en la gente. Cuanto más talentosa es una persona, más humilde la siento. La humildad te hace trabajar desde un lugar más honesto. Yo me pongo a pensar en el equipo del que me quiero rodear y quiero trabajar con gente que también trabaja desde ahí, desde esa humildad. Fernando Fernán Gómez, cuando le daban una directriz, decía siempre «lo voy a intentar». Me parece que eso es algo muy humilde. Es que, aunque seas Fernando Fernán Gómez, igual lo que te han propuesto no te sale.
«Hay que ser muy humildes para hacer películas. La humildad te hace trabajar desde un lugar más honesto»
P. Pasaste por la escuela de cine de Sarajevo de Bela Tarr. ¿Qué ha significado para ti el cineasta húngaro?
R. Todo. Si no hubiera ido allí, no sé si estaría ahora mismo hablando contigo. Mi vida iba por otro camino, que era el de la docencia, un camino muy bonito y quizás también el de ir haciendo mis cortos. El hecho de ir allí fue una apuesta: o todo o nada. Yo tenía la sensación de que todavía no lo había intentado de verdad, que había tenido mala suerte porque empecé a hacer cortos y ganaron premios, pero, de repente llegó la crisis de 2008, no había trabajo, no se podía seguir rodando porque no había financiación. Había sentido muchos obstáculos y para mí el ir a Sarajevo fue una forma de decir «voy con todo ya como la última intentona y si no funciona, ya está, por lo menos, podré decir que he hecho todo lo que he podido».
Y allí, gracias a los compañeros y al propio Béla Tarr, entendí, con humildad, que era cineasta aunque me dedicase toda la vida a hacer cortometrajes con mi cámara y colgándolos en Vimeo. Estar allí ya me hacía cineasta. Y volví pensando así. No siento que lo fuera antes de ir aunque ya hubiera dirigido. Que esto pueda ser mi forma de vida y mi sustento económico es ya el regalo, el extra.
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