Entrevista | Pablo Maqueda «Somos lo que transmitimos, los secretos que ocultamos y aquellos secretos de los que ni siquiera somos capaces de hablar con nosotros mismos»
‘La desconocida’ es la película que Pablo Maqueda, Haizea Viana y Paco Bezerra han escrito a partir de ‘Grooming’, la premiada obra teatral de este último, que trata sobre el ciberacoso a menores. La película puede verse en Filmin y tanto el guion como el texto teatral pueden leerse en el libro ‘Grooming. La desconocida’, editado por La uÑa RoTa.
Lo que empieza con el encuentro en un parque entre Carolina, una adolescente, y Leo, el adulto al que ha conocido en un chat y que se ha hecho pasar por un chaval de dieciséis años para conseguir quedar con ella, se convierte en un juego de máscaras, un viaje de suspense a lo más oscuro del alma humana.
De esa oscuridad, de lo desconocido, de la propia película, de cómo se gestó y de la reacción del público hablamos, entre otras cosas, con su director, Pablo Maqueda.
Pregunta. El guion lo habéis escrito entre los tres y, desde el principio, tuvisteis claro que teníais que implicar a Paco en el proyecto. ¿Cómo fue el proceso creativo a tres bandas? ¿Hubo que hacer muchas concesiones por una parte y por otra?
Respuesta. Fue bastante largo, casi dos años. Eso sí, muy intenso y disfrutado. Paco hasta se vino a vivir con Haizea y conmigo. Él siempre decía que era una manera de tenerlo atado en corto porque es muy disperso. Y para nosotros fue un lujo tener a un Premio Nacional en casa, enseñándote cada día a escribir, a hacerte preguntas que nunca te habías hecho escribiendo. Recuerdo un día que dijo «como ejercicio, vamos a dar la vuelta a todo lo que estamos escribiendo, a ver si funciona algo». No funcionaba nada, pero hubo una cosa, un detalle que sí nos pareció interesante y a eso le dimos la vuelta en el texto. Salir un poco de tu zona de confort te ayuda.
Queríamos que no fuera una película de la obra de teatro, sino partir de la obra para construir algo más. Paco fue muy generoso porque para nosotros era importante que él la escribiera y que la sintiera muy suya para retorcer los personajes y cambiar todo lo que hiciera falta.
«Tener a Paco Bezerra, un Premio Nacional, en el proyecto para mí fue un faro»
P. ¿Qué es lo que crees que le hizo a Paco confiar en vosotros? ¿Y qué es lo que más le preocupaba durante el proceso de adaptación de su obra?
R. Paco confiaba bastante en una película mía anterior, de cine independiente, muy pequeñita, estrenada online, que se llama ‘Manic Pixie Dream Girl’, que trata sobre el ciberbullying. Aquella pequeña película le pareció una de las mejores películas de aquel año (2012) y, entonces, eso le animó mucho a querer trabajar conmigo.
Él siempre decía que era el policía dramatúrgico, que él solo estaba en el proceso para defender que la unidad de espacio, tiempo y lugar siguiera estando, aunque en la película la desdobláramos. Para mí fue un faro. Siempre pensaba en José Saramago, cuando Fernando Meirelles adaptó ‘Ensayo sobre la ceguera’. A él lo que le importaba no era hacer la película, sino complacer la visión del padre de la criatura. Y en eso Paco fue muy generoso. Solo vino al rodaje el primer y el último día para no contaminar y, sobre todo, para decirme que confiaba plenamente en mi visión.
P. Supongo que cualquier adaptación impone. ¿Tener a Paco, el autor que está siendo adaptado, dentro del proyecto imponía más o menos que si no hubiera estado?
R. En el caso de Paco, impone menos porque él era el primero que quitaba peso y hierro absolutamente a todo y se daba cuenta de que tenía la oportunidad de cambiar cosas que había escrito en la obra y también de adaptarla a los tiempos porque la obra se estrenó con los inicios de Internet y, cuando estrenamos la película en cines, Internet ya formaba parte de nuestras vidas.
De todas formas, para nosotros era importante también que en la película se mantuviera una atmósfera que ubicase la historia no muy pegada al presente, sino a aquellos albores de Internet, cuando era algo muy desconocido. Recuerdo cuando empezaba a documentarme para el personaje de Leo, cómo esos adultos se introducen en determinados chats, en determinadas webcams, y sentí cierto miedo porque hay, por ejemplo, muchos servicios de chats y webcams en EE.UU. en los que menores se graban estudiando, ponen la cámara y es su manera de estudiar, es como una biblioteca online, pero claro, en todos los chats hay adultos pidiendo sexo. Ahí te das cuenta del mundo en el que vives.
«Mi responsabilidad como cineasta era hacer una película inteligente que plantee preguntas y no que dé respuestas»
P. La obra de teatro de Paco se estrenó en 2012, pero estaba escrita en 2009. En aquel momento, no estaba el grooming en la conversación social (o no lo estaba tanto). ¿Habría cambiado algo la historia si se hubiera escrito ahora?
R. Supongo que sí porque creo que ahora estamos completamente insensibilizados ante cualquier cosa. Estamos insensibilizados ante las imágenes del genocidio, ante imágenes de torturas, y eso me da muchísima rabia como ser humano. Este bombardeo audiovisual al que estamos sometidos hace que hagamos scroll hacia arriba y sea una nueva story de Instagram. Y creo que, en aquel momento, Internet tenía el peso que tenía a la hora de que los menores entraran a un chat sabiendo que, quizá, estaban entrando en un territorio desconocido, que podía ser negativo, y los padres también eran conscientes de ello. Hoy en día, el grooming está presente en el móvil, en los chats, en Instagram, y ahí es donde hay una responsabilidad, sobre todo, en mi caso, como cineasta, de no perpetuar determinadas imágenes o conductas, sino hacer una película inteligente para un espectador inteligente, que le plantee preguntas y no que le dé respuestas.
P. ¿Qué reacciones habéis recibido por parte del público? Imagino que nadie habrá dicho que se ha visto reflejado en la pantalla o identificado con alguno de los personajes.
R. Los ha habido. Y me parece interesante. Y valiente. Antes, te identificabas con un Hannibal Lecter y se entendía que era el placer de la ficción. Hoy en día, estamos en un mundo en el que nos hemos acostumbrado a un tipo de cine que nos da la razón, que justifica nuestras propias convicciones morales y, entonces, vamos al cine a que nos digan lo que tenemos que pensar y lo que tenemos que decir. Y esta película parte de una obra que justo era lo contrario, te zarandeaba en la butaca, salías incómodo, salías perturbado, salías disgustado con el mundo en el que te ha tocado vivir. Por eso, me parecía interesante poner un espejo ante unos personajes como el de Leo, en el que no hay fisura, todos sabemos que es aberrante y es un delincuente, pero, una vez que aceptamos lo que es, hurgamos a ver qué es lo que siente y por qué hace lo que hace. No obstante, el público es soberano a la hora de llevar la película al nivel de discurso y de reflexión que quiera. Hay gente que puede quedarse en la superficie y hay otros que pueden querer escarbar y hurgar hasta el fondo. Y esa es la magia del cine como arte mainstream.
En el caso de esta película, determinado público ha sacado unas lecturas más políticas, otras más feministas, otras incluso de cosificación. A mí lo que más me interesaba era que mi mirada moral, mi opinión no estuvieran en la película, que la película estuviera lo más abierta posible a un abanico para que el espectador sea el que decida. De hecho, la película ha sido recibida con grandes elogios y también con críticas muy feroces. Así pasó con la obra de teatro y así es como tenía que ser. Si la obra hubiera sido recibida de una manera tibia, no creo que hubiera cumplido el objetivo de adaptar esta historia. Lo interesante es que la película puede tener un cero en muchas críticas por considerarse una película machista y en otras un diez por entenderse como una de las películas más feministas que se han rodado en los últimos años. Eso no depende de mí, depende de la mirada del que la ha mirado. Y eso es lo bonito del arte, que te hace preguntas y tú te das respuestas.
P. Una de las tres intenciones que tenías con la película era transmitir esa atmósfera de incomodidad que generaba el texto de Paco.
R. Sí, meternos en un cubo de basura, que es donde viven estos personajes.
P. En el teatro, la historia suele transcurrir a través de la palabra; en el cine, el vehículo por el que se expresa lo narrativo es la imagen. ¿Tuviste claro desde el principio cómo hacer a nivel audiovisual para plasmar esa atmósfera de incomodidad o lo fuiste descubriendo poco a poco?
R. Fue un proceso de búsqueda. Y cada día estoy más orgulloso de ese camino que, como cineasta, estoy descubriendo. Yo antes tenía una idea y de ahí no me sacabas, esa idea era la que quería hacer; sin embargo, desde hace unos años, sobre todo, desde ‘La desconocida’, he partido de otro proceso más de búsqueda, de investigación, de experimentación, y ahí empecé a comprender que esta historia era una historia para sentirla casi como un caleidoscopio, no la podías entender solo de una manera porque no es igual la manera de pensar de Carolina, la protagonista, que la de Leo que la nuestra desde la butaca, teniendo en cuenta, además, que cada espectador tiene su propia opinión. Entonces, me parecía que la película podía tener un arco de transformación como la propia protagonista.
Y lo mismo con el arquetipo de los personajes. Yo no quería un antagonista monstruoso, gigantesco, babeante, quería un hombre con el que te cruzas por la calle en cualquier barrio de Madrid porque ahí es donde está el terror, en el «siempre saludaba», «parecía una persona amable». Ahí es donde me interesaba introducirme y la forma de hacerlo desde la cámara era jugar con la incomodidad desde la imagen, enfocar lo que normalmente no estaría en foco, desenfocarlo, jugar con el fuera de campo, no enseñar determinadas cosas. Hay una serie de cineastas que a mí me han inspirado mucho, como Yorgos Lanthimos, Julia Ducournau, Michael Haneke o David Fincher, cineastas que nos han llevado a unos niveles diferentes como ser humano, que nos han metido en habitaciones en las que normalmente no hemos estado y ahí es donde había que llevar al público.
También añadimos elementos de humor, que no deberían estar, que nos ponen incómodos, pero es que en la vida también hay humor. De las veces que yo más me he reído ha sido en funerales, por ejemplo.
P. Dices que la película es como un caleidoscopio y sus personajes como máscaras, que todo el mundo muestra caras distintas según con quién esté. ¿Nunca llegas a conocer a alguien al 100%, ni aunque duerma contigo todos los días?
R. Nos parecía muy interesante hasta para el título, pasar de ‘Grooming’, que ya te daba la respuesta, a ‘La desconocida’ para hablar de lo desconocido que hay entre nosotros, para hablar de esas máscaras que nos quitamos y nos ponemos. Nos vestimos de una determinada manera para unos códigos sociales. Somos i) lo que transmitimos, ii) los secretos que ocultamos y iii) aquellos secretos de los que ni siquiera somos capaces de hablar con nosotros mismos. Esto último es de lo que trata la película.
Yo recordaba una secuencia de ‘La pianista’, de Haneke, cuando va ella a través de ese callejón y se mete en un sex-shop y ya dices «uy, esta profesora de piano qué hace aquí», empiezas a descubrir una capa oculta. No conoces a la gente con la que te cruzas por la calle y mucho menos a tu pareja. En este sentido, otra película que me gusta mucho es ‘Perdida’, de David Fincher, que es una alegoría del matrimonio, de la crisis matrimonial. Es muy interesante pensar en que no sabes con quién duermes, incluso contigo mismo. Hay gente que dice que nunca irá a terapia para no hurgar dentro de sí.
P. Tú querías un contexto naturalista para la película porque, como apuntabas, el verdadero horror está en lo cotidiano. Siempre se asocian los peligros a la oscuridad, a la noche y, precisamente, lo más inquietante aquí puede que sea que la historia se desarrolla a la luz del día, en un entorno habitual y concurrido como es un parque.
R. Paco lo unía muy bien en la obra a través de ‘La vida sigue igual’, de Julio Iglesias -esta licencia poética nos la cargamos en la película porque se iba demasiado a lo teatral-. Cómo aquella mañana, mientras el personaje de Leo estaba ordenando leche podrida, en la televisión sonaba esa canción y cómo, luego, en el parque, él le habla de ella a la protagonista para empoderarse. Me parece que la vida va a seguir igual. Ahí es donde nosotros tenemos una responsabilidad de construirnos como personas. En mi caso, ha sido casi un acto político en esta película no cosificar mi mirada como director hacia el personaje femenino y, sobre todo, en una película que trata sobre la sexualidad, no intentar perpetuar determinadas imágenes que son completamente vacías para la alfabetización audiovisual dentro de lo que es el abuso; prefería jugar con lo que no se ve.
«Cuanto más formados estemos y cuanto más conozcamos la guarida del lobo, menos tentados estaremos a que el lobo juegue con nosotros»
P. Al hilo de jugar con lo que no se ve, hay en la obra y en la película frases que impactan enormemente: «De la mierda casi nadie habla, pero todos la llevamos dentro», «La gente no miente por gusto», «Lo realmente insoportable es que no hay nada insoportable. Se puede convivir con todo, hasta con lo peor, por muy horrible que te parezca».
R. Paco en la obra ya incidía mucho en una visión del mundo ligeramente pesimista, sartriana casi diría yo, pero con un punto de esperanza, en el sentido de que el grooming va a seguir ahí, pero cuanto más formados estemos y cuanto más conozcamos la guarida del lobo, menos tentados estaremos a que el lobo juegue con nosotros.
P. ¿Cómo fue el trabajo con los actores?
R. Muy complejo. Yo les estoy muy agradecido porque se han dejado la piel y han tenido un gran compromiso con unos personajes que no son fáciles. Fue un proceso muy interesante a la hora de componerlo desde cero. Yo doy mucha libertad a los actores, me gusta ensayar mucho antes de llegar al rodaje. Luego, hago muy poquitas tomas, no paso de la tercera, de la cuarta como mucho, porque me parece que se malogra demasiado repitiendo, pero, claro, para eso, tienes que rodearte de actores a la altura. Laia Manzanares ha sido un descubrimiento. Fue un proceso de casting muy largo, vimos a centenares de actrices. Y Manolo Solo ejemplificaba a ese hombre de la calle, ese James Stewart, el hombre común, el hombre cotidiano, y eso es lo que da miedo.
Hay gente que dice que lo que da más miedo de la película, además del propio abuso, por supuesto, es el momento en que Leo le dice a la chica «átamelo» -el zapato-. Ese gesto cotidiano, en un parque, es ya una dominación casi masoquista. Y es que esta película, que trata sobre las parafilias, sobre las máscaras que se quitan y se ponen, tenía que estar muy basada en la idea del tacto, de la posesión.
P. Supongo que para los actores fue un reto no juzgar a los personajes.
R. No los juzgaron. Intentaron tener la máxima empatía, sabiendo cuál era la piel en la que se estaban metiendo, obviamente. Y, luego, es verdad que cuando ya encarnas a un personaje, sabes más de él que el propio autor que lo ha escrito. Recuerdo un día en que yo quería hacer un plano corto del ojo de Manolo y él me dijo: «baja también a la boca, que es también interesante porque el personaje está excitado en este momento». Ahí te das cuenta de que el actor, muchas veces, piensa y siente como el personaje, y un personaje como este puede dejar unas huellas muy duras.
Por otro lado, fue un rodaje cargado de risas, de chistes, de humor para intentar destensar. También había personajes, como el de Eva Llorach y el de Vega Céspedes, que son un rayo de luz. En una historia tan intensa y truculenta, esos eran los asideros para que el público no quisiera pegarse un tiro.
P. Sin hacer spoilers, me gustaría que profundizaras un poco en la influencia de ’Alicia en el País de las Maravillas’.
R. Esto ya estaba en la obra de Paco. Hay tres referencias a la cultura pop que me parecían muy bien integradas por su parte: Julio Iglesias, Lewis Carroll y Hitchcock, que son tres hombres que no tienen un gran pasado relacionado con la virilidad y las mujeres y, en el caso de Lewis Carroll, con los menores directamente. Entonces, me parecían muy interesantes para hacer la metáfora de que la realidad también tiene una capa desconocida.
Un cuento tan maravilloso y naif como puede ser ‘Alicia en el País en las Maravillas’, cuyo título original (‘Las aventuras de Alicia bajo tierra’) ya esconde un nivel de truculencia bastante intenso, nos lleva a unos terrenos del ser humano muy interesantes desde el punto de vista en cámara: la madriguera, el bosque apartado de la ciudad, la fauna que les rodea, que son seres completamente ajenos a lo que está ocurriendo.
La relación de Hitchcock con las mujeres, con sus actrices, es de sobra conocida. Me impactó mucho una frase del personaje de Leo cuando la escuché en el teatro: «gracias a Alfred Hitchcock he entendido cosas, pero no del cine, sino de mí». Que ese texto se ponga en boca de un pederasta es muy interesante.
El arranque de la obra con ‘La vida sigue igual’, de Julio Iglesias, me interesaba para anclar la historia a una época. Hasta el coche de Leo está adaptado a una estética, y también su casa, y el trato a la mujer. Todo esto sigue vigente hoy, en 2024.
«La verdadera rebelión ha de hacerse a nivel humanista»
P. Después de haber escarbado tanto para construir los personajes, ¿crees que, en el fondo, somos tan distintos unos seres humanos de otros?
R. Creo que somos ceros y unos, somos moscas, somos idénticos. Creemos que tenemos nuestra parcela de intimidad y de máxima genuinidad, pero en el fondo, somos un algoritmo y las plataformas lo saben muy bien. Amazon sabe perfectamente lo que quieres comprar, Instagram sabe lo que consumes, te lo ordena en stories para que te aparezca lo primero… La verdadera rebelión ha de hacerse a nivel humanista, y más en la sociedad ultra capitalista en que vivimos. Hay que intentar vivir por encima del consumo, intentar disfrutar por encima de la producción. Yo ahora mismo estoy rodando mi siguiente película, un documental sobre la figura de Nani Moretti, y en ella pretendo un espíritu de búsqueda muy amplio sobre el disfrute a la hora de hacer cine. Nos han vendido que el cine es producción y no proceso. Tenemos la idea de que estás inmerso en un proyecto ocho años para rodarlo en cuatro semanas. Esos ocho años son para intentar conseguir una financiación, pero también hay que disfrutarlos.
Ahondando en tu pregunta, creo que somos bastante únicos, pero en las diferencias es donde están aquellos pequeños matices. En eso nos tenemos que intentar enfocar.
P. ¿Están realmente tan marcados límites entre el cine y el teatro o, por el contrario, hay una delgada línea entre ellos?
R. Depende de cada creador. Si un cineasta hoy hiciera teatro filmado como tal, para mí no supondría un error o un problema porque creo que el cine es un lenguaje vivo que se hibrida de otras artes.
Una de mis películas favoritas documentales es ‘Pina’ de Wim Wenders, que es puro teatro filmado, aunque haya muchas soluciones visuales muy poderosas. En ‘La desconocida’, nuestro objetivo era llevar la incomodidad del patio de butacas de ‘Grooming’ a lo visual, y eso para mí sí que fue un reto, sobre todo, jugar con unos códigos muy naturalistas. El director de fotografía ha sido Santiago Racaj, que es el director de foto de Jonás Trueba, porque la referencia visual para mí era su película ‘La virgen de agosto’. Podría haber sido thriller de los ochenta y noventa, pero no, era una película muy luminosa, más cercana al cine de Eric Rohmer, generacional.
Precisamente, desde el código visual, plantar la semilla de la maldad, que es algo que me ha interesado mucho, es lo que ha hecho Jonathan Glazer en ‘La zona de interés’, una película sobre la banalidad del mal en los campos de concentración nazi, en esa Alemania luminosa a plena luz del día.
También era interesante para mí jugar desde el sonido, no con unas atmósferas truculentas, sino lo más naturalistas y documentales posibles: el barrio, la calle, incluso las oficinas, que sonaran realmente a oficinas porque, a veces, vemos en la ficción comisarías de policía tan asépticas que no sabemos si estamos en Suecia, en Dinamarca o dónde; las comisarías españolas tienen un sentir, un olor, un sabor. Mis referencias aquí fueron la serie ‘Antidisturbios’ y la película ‘El reino’, ambas de Sorogoyen, que tienen códigos icónicos de un costumbrismo que encaja a la perfección con ‘La desconocida’. Un tipo de código también como el cine de Carlos Vermut, con sus películas ‘Mantícora’ o ‘Magical girl’.
Queríamos algo vivo, que la película fuera juguetona. El thriller coreano también era una referencia, estas películas que juegan contigo y no sabes cómo van a continuar. Por eso, hemos disfrutado mucho ahora viéndola en otros países. Acabamos de llegar de estrenarla en Turquía. También hemos estado en Corea y en Alemania. Ver cómo el público la recibe de maneras diferentes es muy interesante. De lo local trasciendes a lo universal.
«Cuando uno hace cine, tiene que olvidarse del público y hacer la película que realmente quiere»
P. Levantar cualquier película requiere un esfuerzo titánico. ¿Cómo ha sido levantar esta, que no solo no es el típico producto comercial, sino que, además, incomoda?
R. Fue muy difícil, pero muy disfrutado porque ya sabíamos que iba a ser complejo. Desde el principio, teníamos claro que no queríamos hacer un thriller al uso, sino que queríamos hacer algo diferente, para bien y para mal. Ha sido un proceso largo, ocho años. Hemos aprendido mucho y para mí ha sido una reflexión bastante interesante, en el sentido de que cuando uno hace cine, tiene que hacer la película que realmente quiere, olvidarse del público, ser el único espectador que va a verla y si, luego, el público conecta, bienvenido sea.
Yo quería una película rara, incómoda y me sorprendió que, en una película como esta, ninguno de los muchos partners que fueron asociándose al proyecto (televisiones, como TeleMadrid, el ICAA, Castilla-La Mancha, Abycine, Filmin) infirió ningún tipo de censura. Aprendí que la única censura iba a ser la mía como director. En el futuro, no sé si me meteré en historias tan oscuras como esta, pero de aquí he sacado una lección: hoy en día, se puede hablar de cualquier cosa, el único que va a censurarte vas a ser tú mismo en base a la corrección política.