Entrevista | Néstor López y Juan José Ballesta «Todos los aciertos y fallos sociales están en un partido de fútbol en unas canchas de barrio»


Néstor López, que acaba de ganar el Goya a mejor cortometraje documental por Semillas de Kivu, es el guionista y director de Polígono X, un corto que cuenta la historia de Rana y sus amigos, que se sienten humillados por unos brasileños que les ganan desde hace tiempo en las canchas de fútbol y buscan la oportunidad perfecta para hacer lo que tanto desean: expulsarlos del barrio.
Con él y con Juan José Ballesta, uno de sus protagonistas, tuve ocasión de charlar en su paso por el Festival de Málaga.
Pregunta. Néstor, creo que este cortometraje tiene que ver con tus orígenes, ¿no? ¿Cómo surge la idea de Polígono X? ¿Por qué te interesaba contar esta historia?
Néstor López. Se mezclan dos cosas. Por un lado, como cineasta, soy una persona que ve mucho cine y me he dado cuenta de que, en los últimos años, el cine de barrio, la realidad cruda, ha ido ocupando un lugar cada vez más marginal. Esto personalmente me molestaba un poco porque los cineastas, a veces, tenemos que hablar de cosas de las que quizá nadie quiere que hablemos, tenemos que meternos en lugares incómodos. Y, por otro lado, el cine donde todos los personajes carecen de problemas económicos cada vez ocupa un espacio mayor. Entonces, creía que había que equilibrarlo.
Además, llevaba muchos años pensando en contar algo sobre mí, sobre mis orígenes. De manera inconsciente siempre lo había ido rechazando, quizá por vergüenza, hasta que un día me di cuenta de que lo que te comentaba antes y esto se unían porque yo vengo de un barrio de León, Polígono X. Tocaba abrirse en canal y enfrentarse a cosas más incómodas, pero es que el cine es para los valientes. Quise intentarlo y si salía mal, pues salía mal.
Decidí contar una historia que puede ocurrir en cualquier barrio y, como puede ocurrir en cualquier barrio, decidí darle el nombre del mío. Yo me crie en las canchas de fútbol de mi barrio y eso era un microcosmos. Todos los aciertos y fallos sociales están en un partido de diez minutos o a dos goles en unas canchas de barrio. Son espacios altamente masculinizados, donde la gestión de las emociones no hay un árbitro que la regule. Da pie a que pasen cosas. No hay ley más allá que la ley de tu equipo. Entonces, me pareció interesante para hablar de cómo compartimos el espacio en el barrio con alguien que no es del barrio o que ni siquiera es de tu país, con una persona que tiene una sexualidad diferente a la tuya que igual no comprendes. Y eso me interesa porque, al final, deriva en violencia, ya sea física, verbal o psicológica. Como dijo una vez Rodrigo Sorogoyen, me interesa mucho la violencia porque no la entiendo. Por eso, intento estudiarla. El fútbol es la excusa narrativa, lo importante es el espacio, el lugar.
P. La cámara sigue muy de cerca a los personajes. ¿Cómo trabajasteis para crear esa sensación en el espectador de estar allí metido en la cancha?
N.L. Ha sido muy complicado porque nuestra apuesta era que hubiera la mayor verdad posible y que esa línea entre ficción y documental, a veces, no quedara del todo clara. Es, evidentemente, una ficción y no había intención de que fuera otra cosa, pero me interesaba que la forma, la técnica, cruzara esa línea y que, a veces, no tuvieras muy claro si estaba empleando mecanismos de documental o de ficción. Así, aposté por introducir al espectador, que el espectador jugara ese partido, que fuera uno más del equipo de los que es incómodo ser y, para ello, era muy importante que el tiempo real coincidiera con el tiempo diegético, entonces, había que rodar en plano secuencia. Eso era un reto a nivel artístico y suponía renunciar a un arma poderosísima como es el montaje.
P. ¿Es Juan José Ballesta el único actor profesional del cortometraje?
N.L. Sí. Muchos de los actores no habían actuado nunca, esto era lo primero que hacían.
P. El reto de hacer un plano secuencia con actores no profesionales es aún mayor, ¿no?
N.L. Claro. Un actor como Juan José Ballesta no te la falla. Y he de decir que el resto de actores, no sé si por talento o por las ganas que le ponían, aprendieron a una velocidad enorme, pero, claro, era un partido, el balón iba y venía, la marca nunca iba a ser la misma, no íbamos a tener dos planos seguidos iguales jamás. Mi objetivo era ser prácticos dentro de esa puesta en escena tan arriesgada, que cuando yo girase la cámara hacia un lado, siempre me encontrase una cosa que hiciera avanzar la historia. Entonces, fuimos dividiendo a los personajes en el espacio, indicándoles cuál era su campo de actuación y, aunque no estuvieran exactamente donde nos gustaría, no importaba porque el hecho de que no quedase perfecto a la historia le funcionaba bien. Y, así, fue surgiendo la magia.
Por otro lado, el director de foto, el operador de cámara, Juanjo Sánchez, venía de hacer La sociedad de la nieve con Bayona, ha hecho los grandes planos secuencias del cine español desde hace treinta años, con Alberto Rodríguez, con Amenábar, con Rodrigo Cortés, con Miguel Ángel Vivas, entonces, él era el experto en hacer esto. Yo no sabía, pero él me enseñó. Todos los directores de fotografía anteriores me habían dicho que lo que yo pretendía no se podía hacer o que no sabían o no se atrevían a hacerlo, cosa que entiendo, pero yo necesitaba uno que me dijera la verdad y que si se podía hacer, me dijera cómo. Juanjo me dijo que era muy difícil pero que se podía hacer. Él fue guiando todo hasta que ocurrió la magia. Muchos de los actores llegaron al ensayo sin saber lo que era un plano secuencia y cuando yo se lo explicaba, decían: «¡ah, qué chulo!». Esa maravillosa inconsciencia te da impulso. No sabían dónde nos estábamos metiendo y eso les motivó. Ellos sólo estaban preocupados por hacerlo bien. Acabaron el corto estando donde tenían que estar, diciendo lo que tenían que decir. De repente, eran actores todos.
Pregunta. Juan José, cuéntame tu experiencia en este corto. Eras el único actor profesional.
Juan José Ballesta. Fue un descubrimiento. Ser el único actor profesional era un reto. Pasaban cosas como que uno se chocaba con la cámara, otro se equivocaba, lo típico de los chavales que acaban de empezar, pero son cosas que pasan porque un plano secuencia de quince minutos es un plano secuencia de quince minutos. Y haríamos más de cuarenta tomas seguro, corriendo para aquí y para allá. A mí el fútbol no me gusta, así que le pedía a Néstor que intentase no sacarme mucho con el balón en el pie porque soy muy malo jugando. El resto del elenco, pese a no ser actores profesionales, ha dado el callo, lo ha hecho muy bien y yo estoy muy contento con su trabajo. Hay mucho talento por descubrir. Yo he aprendido mucho de ellos y hemos hecho mucha piña.
Tuvimos unos ensayos y luego tres días de grabación y había un espíritu de trabajar, de ilusión y de constancia por parte de todo el equipo increíble, así que, al final, lo logramos.
P. ¿Cómo trabajasteis las peleas?
J.J.B. Yo todos los golpes me los llevé. Le decía a Néstor que, al ser un plano secuencia, si uno me tenía que dar una patada, que me la diera, que no me iba a arriesgar a que pareciese que me la daba pero no y que se notase. Luego, la verdad es que no se aprecia que me pegan, pero, después de cuarenta tomas, yo me fui con las costillas moradas.
P. Néstor, ¿rodasteis en tu barrio de León?
N.L. No. Lo intenté, pero no se pudo. Rodamos en Madrid. Yo quería la cancha original, la de mi barrio, la historia está escrita para rodar ahí, habría funcionado muy bien, pero han hecho obras y ya no está como cuando yo era pequeño. El Ayuntamiento de León, que me quiere mucho, me dijo que podíamos modificar lo que quisiéramos siempre y cuando lo volviéramos a dejar como estaba, pero cuando fuimos a estudiar la estructura y la construcción, vimos que habían introducido dos o tres metros bajo tierra unas vigas para sostener la estructura y al sacar eso, iba a quedar un agujero grande y no teníamos manera de que quedase bien aunque pusiéramos cemento. Entonces, tuvimos que cambiar de localización y rodamos en Madrid. Eso sí, la cancha no es tal cual la vemos en la película, nosotros la cambiamos de orientación y construimos la grada.
P. Tienes una gran trayectoria como cortometrajista y has producido largometrajes. ¿En qué formato te sientes más cómodo?
N.L. Como productor, he producido tres películas y treinta cortos. Como director, he dirigido seis cortos y otras cosas que no son cine. Este año voy a dirigir mi primer largo, que parte de ‘Semillas de Kivu’, mi corto que ganó el Goya este año. Y el próximo año espero darle un empujón a mi ficción. Siempre se habla de ir al largo y no volver al corto, pero quién sabe si no volveré al corto.
Daniel Sánchez Arévalo, que es un gran cortometrajista, me dijo que cuando tiene una idea, no sabe si va a ser un corto o un largo, que él se pone a escribir y ve cuál es el formato que funciona mejor para la historia. Y tiene razón. Yo si me pongo a escribir, llevo cinco o diez páginas y todavía veo que da de sí, soy consciente de que eso es un largo. Cerrarnos a hacer sólo cortos o sólo largos es un poco absurdo.
Muchas veces cuanto más breve, más difícil. Condensar no es sencillo, pero no sólo es difícil el corto a la hora de crearlo, y es que competir en la industria del cortometraje es cada vez más complicado. Yo empecé hace diez años, mi primer corto es de hace nueve y siempre ha sido difícil, pero es que, en aquel momento, se producía la mitad que ahora, entonces, había más hueco. Ahora se produce una barbaridad, el talento es muy bueno, viene gente nueva con ideas nuevas y destacar con un corto es cada vez más complicado.
Con Polígono X, una vez que tuve la idea y desarrollé un primer boceto, me di cuenta de que era algo diferente. Nos podía salir mal, pero decidimos apostar por ello porque creíamos que podía causar impacto y que la gente lo recordase. Cuando estás en una muestra y ves doce cortos, sólo recuerdas una o dos cosas de un corto. Si conseguimos eso, es que hemos hecho algo diferente.
P. Juan José, estuviste un tiempo retirado del cine, has vuelto recientemente. ¿Cómo afrontas esta nueva etapa, qué esperas?
J.J.B. Es lo que cuento en mi libro, que la salud mental es super importante. Cuando uno está agobiado, se ve en la cima y siente que se va a pegar la hostia, antes de pegársela, es mejor bajarse, poner los pies en la tierra y coger aire, tomarse un tiempo, ponerse a trabajar. Mira cómo tengo las manos de soldar pantallas de LED. Esta tarde cuando llegue a Madrid, tengo que ir a entregar un presupuesto y el lunes estoy trabajando con la empresa otra vez. Voy compaginando. Yo soy un currante, vengo de familia obrera. Mi vocación es ser actor, pero tengo mis empresitas y cuando no estoy rodando, estoy currando y cuando estoy rodando, tengo un chavalito que me sustituye. El caso es no parar. Mi hijo con quince años no quería estudiar y yo le dije que el dinero al sofá no le iba a ir solo, que si no quería estudiar, algo tenía que hacer, así que como le gustaban los coches, hizo un cursillo de un año, luego las prácticas y ahora, que tiene diecisiete, ya está trabajando en los desguaces en cadena de montaje. Estoy muy orgulloso de él.
P. ¿Tienes a la vista algún otro proyecto cinematográfico que se pueda contar?
J.J.B. Sí. Hice, recientemente, la serie Asalto al banco central y ahora estoy preparando el corto Dopamina cero, que cuenta la historia de un músico con Parkinson.
Es un personaje muy complejo, de los más difíciles de mi vida, incluso de los más difíciles que he visto en la pantalla. Me preocupa y eso es bueno porque hace que no me relaje y siga documentándome, estudiando, ensayando. Yo soy de currármelo a tope. Me gusta ser muy disciplinado y hacer las cosas bien. Espero estar a la altura.
La idea es luego llevarlo al largo y yo me estoy dejando la piel en ello. Me he documentado mucho. Tengo también un coach que tiene Parkinson, que todos los días me escribe y me envía vídeos. Estoy todo el día hablando con él, interiorizándolo, creando al personaje en mi cabeza. Empiezo en breve a grabar y tengo que ir con seguridad, que, junto con el texto, es la herramienta más importante que tiene un actor. Si vas inseguro, con un papel tan difícil, hay dos opciones: o salir por todo lo alto o por todo lo bajo, no hay punto medio.
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