Nach Solís dejó hace tres años la medicina por el séptimo arte. Este oncólogo que, desde entonces, ejerce como guionista y que siendo niño soñó con escribir películas, está ahora a las puertas de los Óscar con ‘París 70’, uno de esos cortometrajes que escribió trabajando todavía como médico.
‘París 70’ estuvo nominado a mejor cortometraje de ficción en la pasada edición de los Premios Goya y ha obtenido desde su estreno más de un centenar de premios. Dirigido por Dani Feixas, cuenta la historia de Jan -Alain Hernández-, un hombre que cuida a su madre enferma de alzhéimer -Luisa Gavasa-. Ella, cada día, le pregunta dónde está su padre y Jan le explica que murió hace tiempo. Para evitarle el dolor que le produce enfrentarse a diario a la muerte de su marido, Jan opta por decirle que está de viaje.
De este trabajo, que tantas alegrías le está dando y tantas puertas le ha abierto, de su trayectoria profesional y su apuesta por su vocación, del arte, de los cuidados y de la vida misma he tenido la oportunidad de hablar largo y tendido con Nach Solís, un guionista al que la medicina dio una sensibilidad especial.
Pregunta. ¿Cómo estás viviendo que un cortometraje que has escrito tú esté entre los quince cortometrajes de ficción que optan a una nominación a los Premios Óscar?
Respuesta. Creo que podré responder dentro de seis meses o un año. Me pasó igual con los Goya. Ahora es mucha alegría, mucha emoción, estoy en una nube. Realmente, creo que no lo he asimilado. Lo estoy viviendo como si fuera una de las chicas del cable, respondiendo llamadas todo el día y mensajes, pero, de momento, no soy muy consciente de que estamos a las puertas de los Óscar, algo que, desde pequeño, he visto como inalcanzable.
P. Supongo que es un espaldarazo tanto para el ego, en el sentido de ver que vas por buen camino, como para que te lleguen nuevos proyectos, ¿no?
R. El ego lo tengo bastante bien trabajado porque soy guionista y los guionistas no somos nunca la cara visible, pero sí me sirve para ver que estoy haciendo las cosas bien. Ten en cuenta que yo vengo de otra profesión, que yo era oncólogo, y esta fue una gran apuesta, siempre puedes pensar me habré equivocado o no y, entonces, esto me sirve para ver que dejar una profesión con tantos años de estudio, formación y trabajo duro por un sueño no fue una locura.
Y, en relación con el hecho de que sirva para que lleguen nuevos proyectos, efectivamente, es así. Ya antes incluso de los Goya, como el corto estaba en muchos festivales, entré en varios proyectos y me venían ofreciendo cosas, pero, a raíz de estar en la shortlist de los Óscar, me han escrito muchos productores y compañeros interesándose por proyectos míos. No quiero decir nada, no sea que se estropee, pero sí que me está sirviendo para llamar la atención y que vean qué tipo de cosas puedo hacer. Los premios están muy bien y quien diga que no le gustan miente porque a todos nos gusta ganar, pero, en realidad, los premios son una llave que te abre una puerta a un siguiente trabajo. Por eso dejé la medicina, para tener mucho trabajo como guionista.
«La mayor cadena a la hora de dejar un trabajo y apostar por algo tan artístico es no saber cuándo vas a volver a cobrar»
P. ¿Te has arrepentido alguna vez de haber dejado la medicina?
R. No. Ni una sola vez. Ha habido momentos malos, no lo voy a negar, porque ser autónomo es muy duro. Tienes que pagar facturas, la cuota de autónomos, comer, y todo eso cobres o no; entonces, hay épocas que no han sido tan buenas, con proyectos que no salían y, en esos momentos, no es que me arrepintiera o pensase que me había equivocado, pero sí me preguntaba hasta cuándo iba a durar esa situación. En la medicina, aunque encadenase contratos muy cortos, al fin y al cabo, siempre tenía trabajo y todos los meses cobraba. Parece que hablar de dinero está mal, pero es que en esta profesión es importante precisamente porque mucha gente la abandona por ese tema. Entonces, arrepentirme ni una sola vez, pero darme cuenta de que no es tan fácil como pensaba sí.
He conocido muchos guionistas que vienen de otras profesiones. Por ejemplo, mi amiga Amaia Yoldi, que está teniendo ahora mucho éxito con un corto que se llama ‘Intercambio’, es ingeniera, trabajaba en Iberia y lo dejó. Siempre que hablo con personas que, como yo, han cambiado de profesión todos estamos de acuerdo en que la mayor cadena a la hora de dejar un trabajo y apostar por algo tan artístico es no saber cuándo vas a volver a cobrar. Luego, te acostumbras y si en dos meses no has cobrado, pero has ahorrado, te vas apañando.
P. Se dice de la medicina que es algo muy vocacional. Viendo la pasión con la que hablas del oficio de guionista, parece que tu vocación es esta. ¿También lo era la medicina? ¿Se pueden tener dos vocaciones?
R. Creo que se pueden tener dos pasiones. En mi caso, yo hice medicina porque quise, me apetecía. Soy una persona muy curiosa y me encantaba estudiar biología en el colegio, me generaba mucha curiosidad, pero también me la generaba el mundo del cine desde niño. Es verdad que, después, descubrí que con la medicina no tenía una pasión como sí la tenía con la escritura de guiones, pero tampoco estudié la carrera obligado ni refunfuñando. Mucha gente me decía a mitad de carrera que la dejase y yo decía que no, que quería acabarla, o me decían que no hiciera la residencia y yo la hice, pero siempre había una pasión que tiraba más de la otra y terminé apostando por esa.
Por otro lado, quiero romper un mito de la vocación médica porque parece que el 100% de los médicos tenemos vocación y yo me he encontrado una gran mayoría de personas que no la tienen. No es algo malo, son personas a las que les gusta lo sanitario, lo científico, se les da bien la medicina, hacen muy bien su trabajo y con mucho gusto, pero su vida no es eso, a las tres de la tarde cortan su trabajo y tienen otras cosas.
También ocurre que, a veces, hay quien se aprovecha de que tienes vocación por lo que haces. Como tienes vocación, trabajas más horas o te pagan menos porque te están pagando con tu vocación. Yo me he encontrado en sitios, como médico y como guionista, en que te dicen «aquí pagamos menos porque para ti trabajar aquí es un plus», o sea que esa parte que no te pagan se supone que se está pagando con el hecho de que estés trabajando ahí. Eso no puede ser así. Tú vas a la frutería y no se te ocurriría decirle al frutero que te dé una manzana gratis. Además, creo que cuando la gente está bien pagada trabaja mejor y más contenta. Lo que te pagan representa lo que te valoran porque en esta sociedad se valora con el dinero. Tu trabajo, quién eres y todo lo que has trabajado para llegar aquí se está valorando con lo que te pagan y si lo que te pagan está muy por debajo de lo que tú crees que debería ser, pues no estás contento ni a gusto.
P. La medicina nos salva, pero el arte también. ¿Has encontrado similitudes entre ambas carreras profesionales?
R. Diría que la medicina nos cura y el arte nos salva. Hay gente que me dice que son dos mundos opuestos y yo creo que no. Yo era oncólogo y curaba a bastantes personas, a pesar de que la gente crea que no se cura nadie, y dar un alta es un momento muy bonito. Con la medicina, se cura, se salva, pero también con el arte porque la vida es muy dura y existe el entretenimiento, que es lo que los guionistas hacemos. A mí, nunca se me olvida que hay que entretener. Yo puedo contar algo que creo que es muy interesante, pero si no entretiene y no le interesa a nadie, lo único que estoy haciendo es contar mi rollo. Y en ese entretener, está salvar a la gente. Cuando tienes algún drama y te pones a ver una película o una serie y, gracias a un guionista, a un director, un productor, un equipo técnico, consigues que durante ese rato haya momentos en que tu mente se relaje, que te entretengas y que, por un momento, olvides tu problema, no hay mejor trabajo en el mundo que ese. Ahí estás salvando la vida a la gente. A mí ha habido películas que, en épocas muy malas, me han salvado o me han cambiado la vida. Yo me dedico a esto porque, con ocho años, vi la película ‘El abuelo’, de José Luis Garci. Cuando vi el clímax de la película, dije: «no sé qué es esto, pero yo quiero hacer eso». Eso me cambió la vida. Si yo no hubiera visto ‘El abuelo’, sería un apasionado del cine, pero no me dedicaría a esto.
Además, a través del arte, comprendemos cómo otras personas ven el mundo y eso te abre la mente, te ayuda a darte cuenta de que no sólo existe tu mundo.
«Creo que no sería buen guionista si no hubiera sido médico»
P. Si no fueras médico, ¿serías un guionista distinto?
R. Sí. Creo que no sería buen guionista si no hubiera sido médico. Tendría una manera diferente de mirar el mundo. He dedicado quince años de mi vida a la medicina y he visto muchas cosas, muchos dramas, muchas historias bonitas, muchas maneras de ver el mundo muy diferentes a la mía. Piensas que tu manera de ver el mundo es la correcta, pero cuando estás con cuarenta pacientes diarios más sus acompañantes, más tus compañeros de trabajo, te das cuenta de que hay muchas maneras muy diferentes de ver el mundo y que lo que a ti te gusta o te hace feliz a otras personas no. Y esa experiencia se refleja en mis historias.
Hablando el otro día con Jorge Navarro de Lemus, un guionista muy talentoso y muy buen amigo mío, me decía que mis guiones consiguen conectar con la gente y le dije que creo que es porque cuando era oncólogo tenía cada quince minutos o menos de consulta que conectar con una persona diferente. Cada consulta era como un corto de cinco minutos, en el que había un inicio, un segundo acto, un final, unos puntos de giro, y en el que tenía que conectar con unos personajes diferentes. Eso, inevitablemente, se refleja en mis guiones de una u otra manera, incluso cuando no escribo historias médicas. En todo lo que escribo intento que se vea esa experiencia previa que he tenido.
P. ¿La historia de ‘París 70’ está basada en alguna experiencia personal?
R. Está basada en los miles de historias que he visto como oncólogo. Estuve rotando como residente en la unidad de cuidados paliativos de Albacete, que es una de las mejores de España, y allí íbamos a las casas de la gente y veíamos sus vidas, nos metíamos en su mundo, que es lo que se hace en ‘París 70’, donde no hay nada fuera de esa casa en la que viven la madre y el hijo.
Suelo decir que el personaje de la médica soy yo. Y es que yo era así. Hay quien dice que es un personaje pasota, pero no, lo que hace es quitar peso a una situación ya de por sí muy dramática, no sumar más problemas a los que ya tiene una persona con mucho sufrimiento. Centrarse en el problema de verdad.
Por otro lado, lo que se cuenta de los viajes, de esta madre que olvida el fallecimiento de su marido viene de una pesadilla que yo tuve, en la que mi madre me preguntaba por mi padre y yo le decía: «ya lo sabes, papá murió» y ella se ponía a llorar y, al rato, me volvía a preguntar que mi padre dónde estaba y yo le volvía a decir que se había muerto de cáncer y era como si ella se enterase por primera vez y eso se repetía en bucle. Me levanté agobiado porque, además, mi padre está vivo, y cuando me tranquilicé, pensé qué duro debe de ser olvidar, pero también qué terrible recordar una y otra vez algo tan doloroso. De ahí nació el germen. Después, me puse a trabajar con la experiencia que yo había tenido como médico y con esa pesadilla y salió esta historia de un hijo que tiene que resolver un problema con una madre: una información que recuerda todos los días. Así surgió este mundo de los viajes de ‘París 70’.
P. ¿Están los cuidados suficientemente valorados en la sociedad? A raíz de la pandemia, parece que se empezaron a valorar los cuidados de los sanitarios, pero ¿qué pasa con los cuidados intrafamiliares, por ejemplo?
R. Los cuidados en la familia creo que no está valorados. Es un trabajo altruista y gratuito y se da por hecho que se tiene que hacer simplemente por el hecho de ser -puede sonar terrible lo que voy a decir- familiar. Ahí surgen muchos problemas familiares. De hecho, en el corto se plantea que hay tres hermanos y sólo uno cuida.
‘París 70’ es mi homenaje a los cuidadores/as y creo que eso es lo que ha hecho que toque tanto los corazones. De los sitios donde más he aprendido es en la unidad de cuidados paliativos de Albacete. La calidad humana de esos sanitarios es enorme. Me gustaba mucho cuando íbamos a las casas, donde lo primero es el paciente, por supuesto, pero, después de atenderlo, estos médicos se quedaban con los familiares preguntándoles cómo estaban. Eso en un hospital no se suele hacer porque todo va muy rápido y aquello fue algo que, siendo ya especialista, incorporé a mi trabajo. Vas con poco tiempo pero, si se puede, hay que hacerlo porque tú entras en su mundo y, muchas veces, te invitan a tomar un café y se generan relaciones de meses y años y, cuando les preguntabas cómo estaban, se rompían a llorar porque decían que en todo ese tiempo nadie les había preguntado cómo estaban ellos. Todo el mundo pregunta, con buena intención, por el enfermo, pero es que también hay que cuidar al cuidador.
Lo de cuidar al cuidador yo se lo decía mucho a mis compañeros/as médicos porque muchas veces, estando de guardia, hacemos barbaridades como comer en un minuto, no cenar y yo les decía que, si nosotros no nos cuidábamos, no podríamos cuidar bien al paciente. Y eso se puede extrapolar a los familiares del enfermo.
Por otro lado, a raíz de la pandemia, ha habido un sector de la sociedad que sí ha valorado un poco más a los sanitarios, pero yo, que viví la pandemia trabajando como médico y a posteriori he tenido muchas conversaciones con mis compañeros, me he dado cuenta de que ha habido un sector de la sociedad que ha demonizado más a los sanitarios y que los trata mucho peor. La gente no sabe los sacrificios que hicimos no solo los médicos, sino todos los sanitarios, donde incluyo también a farmacéuticos y técnicos de farmacia, y también la gente que estaba en los supermercados, y que haya personas que los traten peor que antes, con más reclamaciones, más denuncias y más exigencia es alucinante.
«Cuando era oncólogo, trataba con radioterapia; ahora, trato con palabras»
P. Imagino que con ‘París 70’ habréis tenido una aproximación a asociaciones de alzhéimer y se habrán acercado a vosotros personas que hayan tenido familiares con esta enfermedad. ¿Cómo ha sido su reacción?
R. Para todo el equipo ha sido lo más bonito de este viaje. Los premios y los festivales están muy bien, pero yo escribo para tocar los corazones y donde lo ves es en esos encuentros con las asociaciones y con la gente. Yo coordiné con CEAFA (Confederación Española de Alzheimer y otras demencias) un estreno al que vinieron más de ochenta asociaciones y fue precioso que las personas que estaban viviendo esto vieran este trabajo, las charlas, los coloquios. En la asociación de alzhéimer de Ávila, que fue la primera asociación que lo vio, una persona del público dijo que su madre hacía tiempo que preguntaba por su padre, que había muerto hacía tiempo, y que ella no sabía qué hacer, pero que, después de ver el corto, iba a decirle que estaba de viaje y a aprovechar para revisar los álbumes familiares. Por eso decía antes que el cine y el arte salvan vidas.
A raíz de todo eso, me di cuenta de que esto no sólo era un corto, una historia de ficción que pudiera quedar bien, que gustase; descubrí que esto tenía un poder. De hecho, nos están pidiendo permiso para utilizar el corto en talleres que tienen las asociaciones de alzhéimer como herramienta terapéutica. Yo, cuando era oncólogo, trataba con radioterapia y, ahora, trato con palabras. Es algo muy bonito que te digan que lo que tú has escrito es una herramienta terapéutica. O que te lo pidan de universidades para enseñarlo a los alumnos en asignaturas como oncología o cuidados paliativos, en bioética. Jamás en mi vida me habría imaginado que esto pasaría. Y ojalá llegue el Óscar, pero esto ya es el premio. Aunque no hubiéramos llegado a la shortlist de los Óscar, te estaría diciendo lo mismo.
P. ¿Cómo se lleva que otros dirijan lo que tú has escrito?
R. Los guionistas necesitamos no sólo al director, sino a un equipo entero que haga realidad nuestras imágenes. En Europa, debido a la nouvelle vague de Godard, se tiene mucho la concepción del autor que es guionista, director, montador, productor y, si puede, también intérprete. Muchos guionistas son sus propios directores; algunos lo hacen no porque quieran, sino por miedo a que no se sepa interpretar su guion.
Es verdad que este año voy a dirigir un proyecto como director, pero yo tengo alma de guionista, no de director. Ahora mismo, en el futuro ya veremos, no voy buscando una carrera de director, pero necesito de los directores/as, entonces también tiene que haber un acto de humildad de saber hasta dónde ha llegado mi trabajo. Es bueno el trabajo conjunto. No veo eso de vender el guion y desaparecer del proyecto. Creo que puedo aportar mucho en todas las fases. Albert Val, que es el guionista de ‘El maestro que prometió el mar’, tiene un hilo en la red social X, en el que explica por qué un guionista es esencial en todas las fases del proyecto y tiene razón, en cada fase podemos aportar. Ya hemos hecho nuestro trabajo de escribir, pero también podemos apoyar. A veces, en un rodaje surgen dudas y el director no puede sentarse a retocar el diálogo. Aunque sepa de guion, igual que cualquier técnico de rodaje, quizá no es guionista o tiene que estar respondiendo a un montón de gente a su alrededor y no puede irse media hora a ver cómo resuelve un problema con un diálogo. Si tiene al guionista allí, se lo puede solucionar.
Yo confío mucho en los directores/as. Cuando son proyectos así tan personales, me gusta estar de acuerdo en quién lo dirige. Evidentemente, cuando haces series, ya pierdes el control porque es otro negocio, pero en los cortos o en algunos largos me gusta que el director/a esté en sintonía conmigo y queramos contar la misma historia. Luego, es verdad que ellos tienen que aportar sus cosas de dirección, trabajar con los intérpretes, con su equipo técnico. El director es la persona que adecúa el guion a las condiciones de un rodaje. Imagínate que en el guion pone que es un día soleado y vas a rodar y llueve, pues el director lo tiene que solucionar, y esas aportaciones son muy necesarias. Obviamente, cuando vemos en un proyecto que hemos escrito que la persona que lo ha dirigido no ha entendido la historia y no ha hablado con el guionista y que algo no termina de funcionar, te da pena porque, quizá, con una conversación o estando el guionista algún día en rodaje se podría haber solucionado.
El trabajo del director y del guionista tiene que ser de generosidad por ambas partes porque, al final, tenemos que remar en la misma dirección y no debería ser una guerra. En general, no lo es. Todas las aportaciones que pueda haber por parte del equipo, si suman, son maravillosas. Si, de repente, un director hubiera metido zombies en ‘París 70’, pues significaría que no había entendido la historia, claro. En el caso de ‘París 70’, la dirección de Dani Feixas es muy fiel a lo que había en el guion. Obviamente, hubo aportaciones porque las tiene que haber, también de los actores; por ejemplo, en mi guion, hay una escena en la que yo había escrito que el personaje del hijo estaba trabajando y Alain Hernández, que lo interpreta, propuso que, en lugar de trabajando, estuviera tocando la guitarra y se hizo así. Al ver el corto, te das cuenta de que han conseguido elevar lo que yo escribí.
Eso sí, siempre vas a tener dos versiones: la de tu cabeza, cómo te lo habías imaginado, y la rodada. Y la rodada puede ser mejor que la que habías escrito, pero has pasado muchos meses de tu vida con esa historia en la cabeza y no se te va a borrar lo que tú imaginabas. Los guionistas pensamos en imágenes. Tú te estás imaginando algo con tus ojos y tus ojos son la cámara y, a veces, el director pone la cámara en un sitio que jamás habrías imaginado y, quizá, es mejor, pero nunca te vas a quitar las imágenes de tu cabeza, y eso no es ni bueno ni malo, simplemente es así.
P. ¿Qué prefieres: escribir tú solo o con más guionistas?
R. Depende del proyecto. A mí me gusta trabajar con gente. La soledad tiene sus cosas buenas, como que tú vas a tu ritmo y cuando trabajas con otros no puedes ir a tu ritmo, pero también es muy dura.
En series, lo habitual es trabajar en equipos de guion y más con los ritmos tan frenéticos de las plataformas, así que es un alivio y una ayuda trabajar con más gente. El mayor problema que te puedes encontrar trabajando con un equipo es que la gente no sea generosa, pero proyectos como la segunda temporada de la serie ‘Respira’ han sido un regalo por la gente con la que he trabajado.
Digamos que prefiero escribir acompañado cuando hay muy buen equipo, pero también me gusta encerrarme en la cueva y viajar yo solo en esa cueva.
P. Morena Films compró los derechos de ‘París 70’ para hacer un largometraje. ¿En qué fase está?
R. ‘París 70’ me ha dado muchas cosas, como la segunda temporada de la serie ‘Respira’ y el largometraje de ‘París 70’, que se llamará ‘Reina de las hadas’. Es un regalo poder ampliar el universo del corto. Ya vi en el rodaje que, con la química que había entre Luisa Gavasa y Alain Hernández, que no se conocían de antes y que parecían madre e hijo de verdad, había que explorar ese universo. En el corto no se sale de la casa, pero con un largo sí hay posibilidad de ver qué hay más allá. Y Morena Films se entusiasmó con la posibilidad de adaptarlo.
A nivel profesional, además, ser el guionista del largometraje es una gran oportunidad y, a nivel personal, es algo muy bonito porque he tenido que volver a documentarme, explorar, conocer vidas. Estuve varios días con Susana Martín, la psicóloga de la asociación de alzhéimer de Ávila, a la que ya conocía, viendo cómo trabajaba con las personas con alzhéimer. El trabajo del día a día con ellos y ver las historias de estas personas me ha ayudado a poner más alma en este largometraje. Todo lo que he vivido lo quiero incorporar a la escritura del guion, que ha supuesto meterme de lleno en contar una historia sobre alzhéimer. Creo que será una película muy bonita.
Antes, saldrá ‘Piedra, papel o tijera’, un cortometraje mío que dirige Miguel Ángel Olivares, en el que cuento otra vez con Luisa Gavasa. Es un equipazo brutal: Nacho Guerreros, Raúl Tejón, Cuca Escribano, Saida Benzal. En él, vuelvo a hablar sobre la memoria porque para mí el tema de los recuerdos y el final de la vida es muy importante. No es la segunda parte de ‘París 70’ y no quiero que la gente lo vea como tal, pero es que creo que no hay nada mejor que escuchar la vida de las personas. Los guionistas siempre estamos ahí con el bloc de notas, pero al escuchar esas historias, no sólo tenemos el interés laboral de escribir, sino también un interés personal de conocer algo más allá.
Con la guionista y directora Amaia Yoldi tuvimos un día una conversación sobre el sentido de la vida y me decía que la vida no tiene sentido, pero que, por suerte, trabajamos en algo que es el arte, que nos genera una curiosidad y que el sentido está en el propio hecho de aprender.
Suscríbete para mantenerte al día de la actualidad cinematográfica y conocer la trastienda de las películas de la mano de sus creadores y protagonistas. Un email te avisará de cada nueva publicación.