Entrevista | Marta Nieto «’La mitad de Ana’ trata también sobre cómo aprender a vivir y en eso los niños son maestros»
‘La mitad de Ana’ es la ópera prima de la actriz -ahora también guionista y directora- Marta Nieto. En el filme, que protagoniza ella misma, Ana, licenciada en Bellas Artes, compagina su trabajo como vigilante de sala en un museo con el cuidado de Son -Noa Álvarez-, su hija de ocho años. La relación con el padre -Nahuel Pérez Biscayart- de la niña, que vive en Valencia con su nueva pareja -Lorena López-, no está exenta de dificultades, pero es cuando Son expresa que quiere ser tratada como un niño cuando el mundo de Ana se tambalea. La crisis de identidad de la pequeña será el pretexto para que ella se reencuentre con la mujer que era antes de ser madre.
Con ocasión de su estreno en la 69ª edición de la SEMINCI, he charlado con Marta Nieto de esta película que llegará a los cines el 13 de diciembre.
Pregunta. Tu película fue uno de los proyectos seleccionados en la Primera Edición del Programa de Residencias de la Academia de Cine y el cortometraje que dirigiste lo hiciste después de tu paso por dicho programa. ¿De dónde surgió la idea para esta película? ¿La decisión de abordar directamente un largometraje fue porque lo pedía la historia que querías contar?
Respuesta. Es verdad que empecé pensando en un largo porque necesitaba metraje para transitar todos los procesos. El corto surgió de la necesidad de explorar mi parte de directora porque no había hecho nunca nada detrás de la cámara.
La idea que ha sido sostenida durante todo este tiempo parte de un punto de vista muy concreto. Como es mi primera película, tiene su origen en mi propia experiencia, concretamente, con la maternidad, y en cómo eso fricciona la identidad y te hace, a veces, desaparecer, por periodos más o menos largos de tiempo, detrás de tu hijo porque eso se considera ser buena madre. Es un escondite a la vista de todo el mundo y todo funciona bien si esto pasa. Entonces, quería plantear la idea de este punto de vista y cómo salir de ahí. La crisis de identidad de género de Son -la hija de la protagonista- podría haber sido cualquier otra crisis porque no deja de ser como cualquier cuestión que te sobreviene en la vida, que no te esperas, y que te modifica el lugar desde el que miras. Pero también es cierto que nos apetecía hablar de la infancia trans, lo que pasa es que cuando yo empecé con el proyecto en la Academia de Cine, no había todavía Ley Trans ni existía la película ’20.000 especies de abejas’ [que trata este tema], entonces fuimos actualizando la conversación para que tuviera algo distinto que contar.
P. Aunque no sea su tema principal, efectivamente, la película aborda la infancia trans. ¿Cómo trabajasteis esto? ¿Hablasteis con asociaciones o con familias que estaban pasando o habían pasado por situaciones similares?
R. Sí, un montón. De hecho, eso lo hice también para el corto, claro. Luego di con Miquel Missé, que es un pensador fantástico y muy lúcido, y nos dio permiso, permiso emocional quiero decir, para poder hablar de temas que no te están atravesando a ti directamente, y también muchas nociones para mí punteras porque, cuando salió la Ley Trans, todo se polarizó, se banalizó, se exageró, todo el mundo tenía una opinión y nosotros lo que intentamos contar es el término medio, la paciencia, la tranquilidad. La libertad de exploración de género es un derecho y el amor es fundamental en todos los procesos que tengan que ver con los niños, pero también la calma y la gestión de la incertidumbre desde los adultos era algo que nos gustaba poner sobre la mesa, siempre de manera sutil porque el cine que a mí me interesa hacer es el que apunta cosas para reflexionar, sin ánimo de dar respuestas de nada porque yo no las tengo, pero sí que busque generar la sensación de que si hay un problema, que no es el caso, lo tiene que gestionar el adulto; al niño déjalo estar, vivir, entendiendo que la identidad no es algo estanco porque los niños están explorando, entonces tampoco queramos correr. Ni lo neguemos ni queramos cambiar el armario y decir que es así ya para siempre.
P. La protagonista, a raíz de la situación por la que atraviesa su hija, tiene que desaprender muchas cosas. ¿Qué pueden enseñar los niños a los adultos?
R. ¡Uy, madre mía! Estoy reflexionando hoy también que la película va un poco de cómo aprender a vivir, y en eso, que es difícil, los niños son maestros.
Yo no sé vivir. Es una cosa que me planteo mucho, pero hay tantos retos todo el tiempo… Los niños, sin embargo, tienen una capacidad de estar en el presente y de generar aceptación con lo que hay que me parece algo elevadísimo. Incluso en esta historia, que cuenta esta crisis de identidad, una vez que el niño es respetado, es capaz de tener reflexiones como «yo de mayor voy a tener la regla». Esto es algo que un adulto no pensaría.
P. En la película, que lleva por título ‘La mitad de Ana’, aparece en varias ocasiones un cuadro de la pintora Ángeles Santos, expuesto en el museo Reina Sofía, que contiene un cubo del que solo vemos la mitad, o sea, tres caras. ¿La idea de incluir ese cuadro del realismo mágico tiene que ver con esa cara que todos tenemos y no mostramos?
R. Sí, tiene que ver con lo que no ves. Tú estás analizando un tema o estás atravesando una crisis o te da muchas vueltas tu vida y lo estás viendo solamente desde un lugar. Modificar el punto de vista está relacionado con la libertad y también con aprender a vivir y con saber que puedes imaginar cosas que no estás viendo, pero que no por ello dejan de estar ahí. Entonces, esa mitad de Ana que se sugiere en el título tiene que ver, en parte, con todo eso que ella ha dejado atrás -la identidad artística- y también con todo lo que está por descubrir, efectivamente, detrás del cuadro.
Yo creo mucho en la magia, es una aliada para mí, aunque, en ocasiones, se me olvida. La imaginación es muy poderosa y mágica. A los adultos se nos queda algo fijo en un esquema mental y salir de ahí es muy difícil, pero es muy sano. Cuando integras la magia, la magia aparece, pasan cosas.
P. ¿Siempre habías querido dirigir? Cuando una actriz quiere dirigir, ¿tiene que derribar muchos prejuicios?
R. No tenía conciencia de que quisiera dirigir hasta que me puse a escribir. Fue a partir de la historia que quería contar cuando surgió esa apetencia. También hay algo político en ello, de decirme a mí misma: «ponte a hacer eso que quieres ver en otras mujeres, ponte a ocupar espacios». No le he dado muchas más vueltas. Es verdad que tengo suerte porque ha sido todo orgánico, encontré una productora comprensiva y generosa y un equipo magnífico, he podido hacer lo que he querido y esto entiendo que no siempre es fácil, pero también había una vocación de ocupar un espacio que aparentemente no me tocaba, lo que pasa es que estoy cansada de lo que se supone que te toca.
P. ¿Crees que el hecho de ser actriz te ha facilitado algunos aspectos a la hora de dirigir, quizá la dirección de actores?
R. Es que dirijo desde ahí. Escribo y dirijo desde las emociones. Seguramente, podría haber hecho las cosas mucho mejor, pero es que mi vínculo con el cine, con este oficio, es interpretativo: qué les pasa a los personajes, qué necesitan, cómo evolucionan. He estado rodeada de gente que sabe más que yo y por eso todo ha salido bien.
P. Comentabas en rueda de prensa la dificultad de ponerse delante y detrás de la cámara al mismo tiempo. ¿Te veremos repitiendo en ambos roles a la vez?
R. Venía hoy pensando que tendría que ser en otras circunstancias. Ahora que sé lo que es, necesitaría más tiempo y más equipo para hacerlo disfrutando de las dos posiciones. Necesitaría más dinero, básicamente.