Entrevista | Eva Llorach «No somos aquello en lo que trabajamos. Lo que somos tiene que ver con algo que está mucho más allá»
Eva Llorach protagoniza ‘Un lugar común’, la ópera prima de la cineasta Celia Giraldo. En ella, encarna a Pilar, auxiliar de enfermería, casada y madre entregada de dos hijos, que vive inmersa en una rutina que nunca se ha cuestionado hasta que, repentinamente, la prejubilan. Sumida en una crisis de identidad, peleará por encontrar su sitio en su familia y en el mundo.
La película, que se estrenó en agosto, llegará en las próximas semanas a Movistar Plus+. Pero todavía queda alguna oportunidad de verla en el cine. Será el próximo 6 de noviembre en la Sala Berlanga de Madrid, en el marco del Festival Cine por Mujeres.
De todas las cuestiones que plantea esta historia, que no son otras que las de la vida misma, tuve el placer de hablar largo y tendido con su protagonista, que, pese a haberse iniciado en el arte de la interpretación más tarde de lo que es habitual, atesora numerosos premios, entre ellos, el Goya a mejor actriz revelación en 2019.
Pregunta. ¿Qué te hizo querer embarcarte en este proyecto?
Respuesta. Me llegó el proyecto en 2019 a través de mi representante. Ya con el guion aluciné. Además, es muy difícil que a una determinada edad te lleguen personajes protagonistas. No sabía quién era la directora, ni la edad que tenía ni nada y, en cuanto leí la historia y el personaje, casi tenía claro que le iba a decir que sí. Entonces, Celia [la directora] cogió un coche desde Barcelona y vino a Madrid a conocerme. Ahí fue cuando yo descubrí que era una chica de veintitrés años. Empezamos a hablar, me pareció maravillosa, con una mente bastante privilegiada. Lo de la edad me dio igual, no me parece un hándicap si me demuestras que tienes talento y las cosas muy claras. Y Celia las tenía. Entonces, hicimos un teaser con otra familia, que no es la que está en la película, para poder venderla, pero llegó la pandemia y hubo que guardar el proyecto hasta 2022, año en que lo rodamos.
Le agradeceré siempre a Celia que me esperara porque, en ese momento, yo estaba trabajando mucho. Estaba haciendo la serie ‘Los pacientes del Doctor García’, basada en la novela de Almudena Grandes. Hubo una parte importante del rodaje en que yo simultaneaba Madrid y Barcelona, interpretando a un personaje nazi de época en ‘Los pacientes del Doctor García’ y a Pilar en ‘Un lugar común’. No sé cómo lo hice. Ahora, al ver la película, veo que estoy muy bien dirigida. Yo me puse en sus manos porque vi que podía hacerlo. Ensayamos bastante, además. Celia, que tenía todo muy claro y dirigía super bien, confió en mi talento. En Pilar hay una cosa muy de intuición porque Pilar está dentro de casi cualquier mujer. Tenemos todas algo de Pilar. Entonces, esa parte apareció y Celia la dirigió hacia donde a ella le interesaba y estoy contentísima, desde luego, de estar en este proyecto.
Fue un rodaje complicado, por lo que te digo de las idas y venidas, hasta que acabó la serie y ya pudimos centrarnos en la película, pero se alargó mucho en el tiempo por esto. Además, me cambiaban muchos planes de rodaje por el COVID porque, claro, había mucho COVID en ese momento. Pero, al final, lo conseguimos y hemos hecho una película muy bonita.
«Con Pilar quería rendir un homenaje a un tipo de mujer que ha dado su vida por los demás y a la que, de alguna manera, se ha invisibilizado o no se le ha dado el reconocimiento que tenía que tener»
P. ¿Te inspiraste en alguien concreto para dar vida a Pilar?
R. Yo tenía muy claro cuando leí el personaje que quería que fuera un homenaje. Reconozco en Pilar muchas cosas de mujeres de mi familia. Esa torpeza en cómo reclamar lo que quieren, el no saber expresas sus necesidades porque las han enseñado a que su labor es cuidar a los demás. Pero debo decir que el personaje estaba escrito así. Es verdad que yo le he aportado todo porque es mi ser y es mi identidad y ahí está todo lo que yo soy, pero estaba muy bien escrito, muy bien definido y muy claro el arco por el que pasaba Pilar.
Como te decía, yo quería rendir un homenaje a un tipo de mujer que ha dado su vida por los demás y a la que, de alguna manera, se ha invisibilizado o no se le ha dado el reconocimiento que tenía que tener. Si esas mujeres hicieran huelga de brazos caídos, el mundo se iría a la mierda, lo tengo clarísimo.
Hay algo en las madres de un enfado cósmico, un «te cuido porque tengo que cuidarte, pero estoy enfadada por cuidarte porque querría estar haciendo otra cosa». Y es muy divertido. Es una mierda, pero tiene mucha comicidad. Hay un momento en que Pilar está recogiendo la maleta y dice aquello de «¡que me des la otra, que esta es muy grande, esa es muy pequeña!». Es un ligero enfado que viene de años y años de tener que estar ahí y de tener que hacerlo todo. Es como si esas mujeres dijeran «ya que tengo que encargarme yo de todo y soportar la carga mental porque no hay nadie que lo haga, déjame que lo haga a mi manera». Son muchos siglos, entonces es difícil, pero nosotras tenemos que cambiar esto. Hay que dejar que los demás lo intenten. Entiendo que no es fácil, cuando te has acostumbrado a hacer las cosas de una determinada manera, dejar que las haga otra persona, tu marido, por ejemplo, aunque las haga mal, pero hay que dejar que las hagan mal porque si no, con la excusa de no saber hacerlo, se lo cargan ellas todo, como si ellas hubieran nacido ya con esos conocimientos y no hubieran tenido que aprender a hacer las tareas. Las hacen porque no hay nadie más que las haga. El problema es que la mayoría no tenemos la capacidad de dejar que el otro haga las cosas, como sea, pero que las haga. Y de ahí creo que viene este enfado.
P. Hablabas de los cuidados. Se da por hecho que son las madres las que cuidan, pero, con la vida que llevamos, ¿quién cuida de nuestras madres? Es una pregunta que se hace la propia Pilar.
R. Sí, de hecho, una de las cosas que más me emocionan de la película es ese momento en que Pilar le pregunta a una señora «¿quién cuida a mi madre?». La primera vez que vi la película ahí me rompió, me clavó un cuchillito en el corazón porque no te planteas que tu madre es una persona. Es fuerte decir esto, pero es que no te lo planteas, y es una persona con sus necesidades emocionales. Y, cuando se pone enferma, ¿quién la cuida? Porque muchas veces, los hijos estamos lejos. Si un padre se pone malo, nuestra madre siempre esta ahí, pero ¿y al revés? Ellos no están acostumbrados a cuidar y eso es un problema. Es muy difícil cambiar esto porque nosotras tenemos que soltar y ellos renunciar a unos privilegios que han tenido toda la vida, entonces, entiendo que haya un sector masculino muy amplio que esté de uñas con el feminismo porque viene a decir «mira, queremos ser igual que vosotros y no queremos esta carga mental, queremos estar todos a la par, que todos tengamos los mismos derechos. No queremos privilegios, queremos lo mismo que vosotros porque no lo tenemos».
«Los cuidados no están en absoluto valorados»
P. ¿Se da suficiente valor a los cuidados en la sociedad o es algo que se da por sentado?
R. Se dan absolutamente por sentados. El otro día hice una reflexión: imagínate una pareja de una edad ya avanzada, en la que el marido ha sido el proveedor, es decir, ha tenido la responsabilidad económica porque, en el momento en que eran jóvenes esto estaba establecido así, y la mujer no pudo casi ni ir al colegio porque, siendo una niña, tuvo que cuidar a sus padres enfermos. Este matrimonio, en el que ella ha llevado toda la casa y él ha trabajado fuera, cuando llegan a la jubilación de él, él deja de trabajar, pero ella sigue trabajando. Las amas de casa no tienen jubilación, trabajan hasta que se mueren. Y esto, que es algo obvio, lo pensé el otro día. Estas mujeres se tienen que seguir levantando de la mesa para recoger los platos de su marido, se tienen que seguir calentando la cabeza para ver qué hacen de comer y los maridos las siguen tratando como si fueran sus criadas hasta que se mueren. Creo que ahí esta la respuesta a tu pregunta: no, los cuidados no están valorados. Estas mujeres podrían decir «oye, que esto es un trabajo, págame», pero el pensamiento machista es «ya te estoy pagando porque tienes una casa en la que estar, comida que comer y ropa que ponerte». Encima, tendrían que estar agradecidas. Es tremendo. Desde luego, si un ama de casa pusiera precio a lo que hace, es que no lo hay.
Y las que van a limpiar a las casas, a cuidar a niños, etc., que suelen ser mujeres, cobran muy poco también. Su trabajo no está nada valorado, con lo importante que es encontrar una persona que sea digna de tu confianza para que cuide a tu bebé. En realidad, en la escala social de valores, los cuidados deberían estar lo primero, ni una ingeniería ni nada. Que no hay que estudiar para cuidar, de acuerdo, pero hay que tener una serie de valores y una inteligencia emocional, de manera que no vale cualquiera. Es verdad que hay algunos cuidando gente por ahí que no deberían hacerlo, pero me refiero a los que cuidan bien de verdad. No vale cualquiera. Es algo que damos por hecho. Le pagamos a una mujer que viene a limpiar y decimos «para ayudarla», y de eso nada porque te está ayudando ella a ti. Hay gente que les paga a cinco o siete euros la hora, que es alucinante, a estas mujeres que, muchas veces, no ven a sus propios hijos.
P. Decías antes que nuestras madres son personas. En el hogar, cada uno tiene un rol: somos hijos o somos padres o hermanos. Cuánto nos cuesta ver al otro más allá de ese rol, ¿no? Convivimos, pero no nos conocemos realmente. Nos relacionamos de rol a rol, pero no nos damos cuenta de que el otro es una persona con sus deseos, sus ilusiones, sus preocupaciones.
R. Es otro de los temas importantes de la película: la desconexión dentro de la propia familia. Y hay una cosa del rol que está configurado y es que cuando te vas de tu casa, fuera eres otra persona, pero cuando vuelves a tu casa, es imposible desmontar eso, vuelves a ser una niña o adolescente, la hija, la persona que eras. Hay algo del espacio que te conforma y no te consiguen ver como la persona que eres ahora. Y al contrario también pasa, es muy difícil ver que tu padre, tu madre o tus hermanos son más que eso. Tener conversaciones íntimas con tus padres no es tan fácil.
Está claro que tenemos que hacer con nuestras vidas lo que queremos, pero el peso de la opinión materna o paterna lo tenemos sobre los hombros toda la vida porque lo que perseguimos todo el tiempo es que nuestros padres nos quieran, ser merecedores de su amor. Entonces, es muy duro enfrentarse a la opinión familiar. Y hay también una cuestión generacional porque hay una generación que valora el trabajo por delante de la felicidad. Para ellos lo más importante es el trabajo. Pero no, lo importante es nuestra felicidad, que nos sintamos realizados y que no tengamos ansiedad. La salud mental por encima de lo demás.
Luego está esta cosa de «es que yo soy así y no puedo cambiar». Sí puedes cambiar. Lo que pasa es que a los de la generación de mis padres, por ejemplo, les cuesta mucho hablar de sus emociones, de cómo se encuentran, y cuando intentas hablar de eso, huyen, pero incluso cuando han pasado por una muerte reciente de un ser querido, les cuesta mucho hablar de lo que les pasa y de lo que sienten, y eso se queda enquistado. Hablo en general, que habrá gente de esa generación que no sea así.
P. Hay bastantes películas, últimamente, relativas a los cuidados, a la relación entre los miembros de la familia, a la incomunicación que existe entre ellos. Estoy pensando en películas como ‘Los pequeños amores’ de Celia Rico, ‘La casa’ de Álex Montoya, ‘Casa en flames’ de Dani de la Orden o ‘Cinco lobitos’ de Alauda Ruiz de Azúa. ¿A qué crees que puede deberse que se hayan puesto ahora encima de la mesa estos temas de forma tan explícita?
R. A que están las mujeres dirigiendo y escribiendo. En ‘La casa’, por ejemplo, el protagonista es un hombre y tiene que ver con los cuidados, pero también con otras cosas. Para mí, lo que mencionas tiene que ver con la incorporación de las mujeres al guion y la dirección. Hay algo ahí de poner el foco en cómo se sienten las mujeres. Nunca un hombre hubiera escrito la relación entre una madre y una hija, eso está clarísimo. Lo explica muy bien Celia Rico en su película. Las relaciones maternofiliales son complicadas y muy cinematográficas porque pasan muchas cosas de las que no se hablan. Hay mucho amor, pero también celos, envidias. Imagina una madre que no ha salido de su casa, ya sea por decisión propia o porque no le ha quedado otro remedio, cuando tiene una hija que ha hecho lo que ha querido y que, de pronto, es exitosa, pues a esa madre se le activa algo, cosa que es normal porque su hija es un espejo en el que ella ve que todo lo que no ha podido hacer. Y es gracioso porque cuando hay un fallo, por ejemplo, cuando a la hija le va mal con un chico, la madre le dice «ay, bueno, no te preocupes», pero hay algo también de regocijo de que vaya algo mal y ella pueda meter mano y ayudarla. Son relaciones complejas. Y eso es un filón para la dramaturgia, el cine y para escribir historias. Si solo se escribieran películas sobre las relaciones familiares, ya sería suficiente. Si, encima, empiezas a meterles conflictos ya…
P. Otro de los temas que aborda la película es el del mundo laboral. Si nos definimos por lo que somos en el trabajo, por ejemplo, en el caso de Pilar, auxiliar de enfermería, y, de repente, eso nos falla, ¿nos quedamos sin identidad?
R. Yo, desde hace un tiempo, en lugar de decir «soy actriz», intento decir «trabajo como actriz». Hay que tener en cuenta que un actor o actriz o una persona que se dedica a la creatividad hay muchos periodos en los que no está trabajando. Entonces, intento separarme de mi actriz, de esa identidad construida, porque, además, yo he estado treinta años de mi vida sin ser actriz. Lo que pasa es que, en estos veinte que llevo siéndolo, me he identificado tanto con eso que en los periodos en que no lo soy, ¿me tengo que sumir en una depresión, en un bucle de ansiedad, de pensamiento intrusivo de encontrarme mal? No. Se me sigue escapando decir «soy actriz» porque es una cosa muy potente y siento algo dentro de mí que me dice que estoy aquí para eso, pero trato de desvincular mi identidad de mi profesión porque no somos aquello en lo que trabajamos. Lo que somos no tiene nada que ver con una apariencia. Es verdad que te puedes expresar a través de la ropa o de muchas maneras, pero lo que somos, en el fondo, tiene que ver con otra cosa que está mucho más allá.
«No creo que puedas reinventar nada que no esté dentro de ti. Se trata de descubrir, algo que estaba ahí y que no se ha manifestado porque no lo has dejado»
P. Las empresas, en el momento en que les dejamos de interesar se nos quitan de en medio y lo hacen dándole la vuelta a la tortilla, como si nos estuvieran haciendo un favor. A Pilar la despiden, pero se lo venden como una prejubilación y cuando Pilar les dice «pero yo soy joven», ellos le contestan «eres libre». Y luego ella le dice a su hermana que, a veces, tener tanto tiempo libre es una putada.
R. Te lo venden como una oportunidad. No sé si Celia lo hizo con esa intención, imagino que sí porque en los guiones no hay nada al azar, pero a Pilar le hacen un favor. Si le hubiera ocurrido más tarde, habría sido peor. Le hacen realmente un favor porque es el momento en que se da cuenta de que si no tiene su trabajo, tiene poquitas cosas a las que agarrarse. Es un chiste cuando le dicen «es una oportunidad para ti, eres libre», pero hay cierta verdad en eso, en su caso, aunque haya sido de forma obligada, bienvenido sea.
No creo en la reinvención, aunque me parece que es el leitmotiv con el que se ha vendido la película, pero la verdad es que no creo que puedas reinventar nada que no esté dentro de ti, sino que se trata de descubrir, ni siquiera redescubrir, algo que estaba ahí y que no se ha manifestado porque no lo has dejado. Entonces, con un revulsivo como es que te despidan o que tú tomes una decisión fuerte de dejar algo, empiezan a moverse tantas cosas dentro de ti que, aunque pasen cosas malas, todo lo que descubras será siempre para bien, porque se activan una serie de mecanismos que nunca has tenido que utilizar, entonces, de alguna manera, la supervivencia implica un auto descubrimiento que siempre es bueno. Y un descubrimiento de tener más herramientas para la vida es buenísimo. Así que es verdad que a Pilar la despiden, pero es para bien.
P. ¿Cómo descubriste tú que llevas una actriz dentro?
R. Lo mío fue muy fuerte. Fue una revelación. Yo trabajaba en la empresa de mi padre. Era muy cinéfila, de las que van a la filmoteca y se compran revistas de cine. Y, de pronto, apareció en mi vida una persona, que era músico, pero quería hacer cine, y yo vi que había un festival de cortos y le propuse hacer uno. Me dijo que adelante, pero si lo protagonizaba yo. Al principio, yo puse el grito en el cielo, pero otra parte de mí debió de pensar que por qué no y me puse con ello. Cuando has contado una cosa muchas veces, no sabes si realmente sucedió así o lo has romantizado, pero yo lo recuerdo así. Era un corto de un minuto y mi personaje no hablaba. Recuerdo que estaba en el rodaje y él me dio una indicación de algo que le pasaba a mi personaje y yo lo viví de una manera muy intensa porque era algo muy dramático (el novio había muerto porque había cogido el coche después de una discusión con mi personaje) y mi cuerpo entendió perfectamente lo que tenía que sentir. Entonces, tuve esa sensación de «si esto es interpretar, yo quiero hacerlo». Y así fue. Lo cambié todo, dejé mi trabajo, me vine a Madrid siendo ya mayor y aquí estoy ahora, haciendo esta entrevista contigo.
Estuve mucho tiempo fustigándome por no haberme dado cuenta de esto antes porque la gente en la escuela era mucho más joven que yo, pero aprendí que yo tenía otras cosas que no tenían ellos. Siempre he tenido la sensación de que he hecho todo tarde y luego empecé a pensar que he hecho las cosas en mis tiempos. Ha sido cuando ha tenido que ser, me ha llegado cuando me ha tenido que llegar.
La mayor parte de las personas se mueren sin haber descubierto lo que quieren y eso es muy doloroso. Es verdad que hay que comer, que eso es inevitable, pero también te digo que tenemos una cantidad de necesidades creadas, que nos las hemos inventado. Es verdad que en Madrid es más complicado el tema de la vivienda y demás, pero nos hemos creado necesidades que igual no hacen falta. La felicidad está en otro lugar.
P. Hablábamos antes del edadismo. ¿Crees que ahora, frente a hace algunos años, se ofrecen más papeles a mujeres que ya no son tan jóvenes? Me refiero a personajes que tengan entidad propia, no que sean la madre o la abuela de.
R. A mí no me los ofrecen. Hay pocos. Pero es curioso porque yo, que me relaciono con gente más joven, de treinta o de cuarenta, ellas también tienen esa sensación. Entonces, me pregunto cómo es posible que yo sienta que sólo se escriben papeles para mujeres de treinta y las de treinta empiecen ya a decir que sólo se escriben papeles para gente más joven todavía.
P. ¿Y cómo es posible que esto suceda, si el cine es hijo de su tiempo y vivimos unos tiempos en los que la mayoría de la población es mayor?
R. Sí, pero los cambios van despacito. Es verdad que ahora hay más personajes de mujeres de cincuenta protagonizando una historia, pero, como son pocos y somos muchas actrices, tampoco nos llegan a todas, que es normal. Si me tengo que guiar por lo que me llega a mí, creo que hay pocas historias. Veo más historias protagonizadas por gente joven que por mujeres de mi edad. ¿Que hay más ahora que antes? Pues puede ser, pero también date cuenta de que las mujeres que se están incorporando como directoras al cine son muy jóvenes y es lógico que cuenten historias de gente de treinta; cuando esas mujeres crezcan y tengan mi edad, yo ya estaré muerta [ríe], pero espero que otras actrices vivan para contarlo.
Y, oye, a lo mejor tenemos que ponernos las de cincuenta a escribir, que en eso estoy, pensando qué quiero contar, qué me interpela. Si no lo veo en la pantalla, igual tengo que coger un grupo de gente y ver de qué nos apetece hablar.
«Me siento como una recién llegada. ¡Tengo tantas ganas de hacer cosas tan diferentes!»
P. ¿Qué te gustaría interpretar en la gran pantalla que no hayas hecho ya?
R. ¡Tantas cosas! En realidad, yo hace veinte años que tomé la decisión de ser actriz, pero tampoco he trabajado tanto porque, entre que me formé y vine a Madrid y tal, igual fueron seis o siete años, y llevo aquí catorce, pero sólo hace siete que voy enganchando una cosa con la otra. No son tantos años. He hecho muchas cosas, no le quiero quitar mérito a ninguna, pero muchos papeles han sido personajes en relación con otro.
Sí me ha pasado en alguna ocasión que algunos directores hayan cambiado personajes masculinos a femeninos para que los hiciera yo, y eso me parece super interesante. Eso ya es un cambio de mentalidad. Porque, por ejemplo, ¿por qué no va a poder ser un narcotraficante una mujer y va a tener que serlo un hombre?
Echo de menos, por ejemplo, hacer comedia. En la escuela hice mucha comedia y en Murcia en el teatro también y creo que se me da muy bien. Hay un placer en hacer ese tipo de proyectos que me apetece mucho. También enamorarme o tener sexo en la pantalla, que no lo he hecho por mi edad. Me quedan muchas cosas por vivir. Una grandísima historia de amor, como digo, me encantaría porque una persona de cincuenta en adelante tiene un bagaje emocional que, a nivel dramatúrgico, es super interesante. Estamos desaprovechados a nivel ficcional los de mi generación porque, a esta edad, hay una cantidad de miedos instalados que son tan difíciles de quitar que las relaciones se vuelven muy complicadas. Y eso es malo para la vida, pero bueno para el cine, el teatro o la literatura. Hay ahí un nicho muy bonito que se podría explorar.
Me moriría también por hacer algo musical. Siempre he querido hacer, aunque ya estoy mayor, un biopic de una estrella del rock. No podría hacer la parte joven, claro, pero un biopic, por ejemplo, sobre la vida de Blondie -Debbie Harry-, que hizo cosas muy bonitas como actriz, sería un sueño para mí. O de alguna española también.
Me siento como una recién llegada. ¡Tengo tantas ganas de hacer cosas tan diferentes! Los actores siempre queremos trabajar más, la verdad. Y yo pediré y soñaré. Cuando vine a Madrid, era muy ambiciosa y deseaba trabajar con directores incluso europeos. Luego, la edad te pone en tu sitio y te das cuenta de que si no has enfocado ya tu carrera por ahí, cada vez es más complicado porque hay que dedicar una cantidad de tiempo y energía que ya no te apetece tanto y, entonces, piensas que si ocurre, bien y si no, también.
Ahora, acabo de grabar una secuencia en inglés para que la mueva mi representante, sigo con el inglés y el francés y no los dejaré nunca, pero la ambición, aunque siga, está de una manera más relajada. La ansiedad la he perdido porque sé que son cosas que no son imposibles, pero sí altamente improbables. Hay muchos directores con los que me gustaría trabajar, por ejemplo, Alice Rohrwacher, pero bueno, veremos.