Tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Berlín, donde se alzó con el Premio del Público de la Sección Panorama y el Premio independiente CICAE Art Cinema Award, y por el Festival de Málaga, donde arrasó, llevándose la Biznaga de Oro a la mejor película española, la Biznaga de Plata Premio del Público ‘El País’, el Premio ASECAN Ópera Prima de la Sección Oficial de largometrajes a concurso y el Premio FEROZ Puerta Oscura 2025 al mejor largometraje de Sección Oficial a concurso, ya está en los cines Sorda, la ópera prima de Eva Libertad.
Cuenta la historia de Ángela -Miriam Garlo-, una mujer sorda que va a tener una hija con Héctor -Álvaro Cervantes-, su pareja oyente. La llegada de la niña altera su relación y lleva a Ángela a afrontar la crianza de su hija en un mundo que no está hecho para ella.
El filme, que parte del cortometraje homónimo nominado a los Premios Goya de 2023, es el primer largometraje español protagonizado por una actriz sorda, Miriam Garlo, hermana de la directora. La intérprete recibió en el Festival de Málaga la Biznaga de Plata ‘Hotel AC Málaga Palacio’ a la mejor interpretación femenina, ex aequo con Ángela Cervantes por La furia. Y también Álvaro Cervantes obtuvo la Biznaga de Plata a mejor interpretación masculina, ex aequo con Mario Casas por Molt Lluny.
Con ocasión de su estreno en salas, charlé con Eva Libertad. Hablamos de la película, de su preparación, de los retos que supuso y de cuestiones que la atraviesan, como la diversidad funcional.
Pregunta. ¿Cómo ha condicionado las decisiones que tenías que tomar como directora el hecho de que la protagonista de la historia fuera sorda?
Respuesta. El hecho de que la protagonista sea sorda y que el tema que atraviesa toda la película sea la sordera intenté que estuviera no sólo en el contenido de la película, sino también en la forma; es decir, traté de que toda la planificación se apoyase en el tema. Y, para eso, lo primero que hice fue documentarme acerca de pintoras y pintores sordos. Quería ver cómo captaban la realidad y me di cuenta de que los colores que usaban eran muy puros. Ese documento lo compartí con Gina Ferrer, la directora de foto, y decidimos no usar filtros.
Por otro lado, como las personas sordas, como la protagonista, captan la información a través de los ojos, o sea, sus oídos son sus ojos, decidimos tener la cámara a la altura de la mirada y no perder nunca profundidad de campo.
Otra cosa importante es que la lengua de signos tenía que estar presente y entrar siempre en cuadro para que la película fuese accesible también a las personas sordas signantes, lo que conllevaba renunciar a primeros planos y a planos de escucha. Entonces, intentamos hacer una planificación lo más orgánica posible sin que esa decisión de que la lengua de signos siempre estuviese en cuadro la acartonase.
En resumen, que el tema de la sordera no se puede decir que limitase porque no limitó en absoluto, pero sí que está vinculado a la manera de dirigir, de planificar, de encuadrar, de decidir dónde poner la cámara.
P. Hay un momento de la película a partir del cual la inmersión del espectador en la historia es total. ¿Fue el sonido uno de los mayores retos de esta película?
R. Sí, así fue. La construcción narrativa del sonido fue de las cosas más complejas durante todo el proceso. Ya en guion le estuve dando muchas vueltas y llegué a la fórmula que al final aparece en la película.
En esta película era muy tentador hacer grandes efectismos con el sonido, pero yo no quería eso. Tampoco quería usar el sonido de una manera maniquea, que también era fácil, porque, como espectadora, no me gusta cuando veo muy claramente la decisión de la directora o el director de dirigir la emoción del público. No quería caer en eso y, al final, encontré la fórmula que está en la película, que supone, primero, estar cerca de Ángela pero a nivel sonoro estar fuera de ella y, después, pasar a entrar dentro de ella.
También hay una construcción sonora de todo el resto de la película, que empieza siendo más silenciosa, con Héctor hablando casi en susurros, y, poco a poco, muestra cómo Ángela se ve obligada a usar más la voz y cómo Héctor también va siendo cada vez más sonoro.
A toda la narración sonora de la película le di muchas vueltas y, luego, con el diseñador de sonido, Enrique G. Bermejo, y con Urko Garai, el jefe de sonido, lo trabajamos muchísimo de cara a que tuviese sentido y arropase todo el arco de la película.
P. Un tema recurrente en muchas películas, aunque no sea su tema principal, es el de la incomunicación en las familias. Podría pensarse que el hecho de que uno de los miembros de la familia sea sordo agrava esos problemas de comunicación. ¿Es realmente así?
R. Me parece que la comunicación, en general, es un tema en las relaciones humanas y, en particular, en la familia como un lugar muy concreto donde se pueden estudiar todos los problemas o dificultades de comunicación. Creo que es algo que nos apetece seguir explorando porque supongo que queda mucho por hacer en el núcleo familiar. Y, claro, en el caso de esta historia, el hecho de que sólo la protagonista sea sorda y el resto sean oyentes afecta mucho a la comunicación y a cómo vivir porque no es lo mismo ser oyente que ser sorda en esta sociedad capacitista
En la familia de la película, el padre y la madre viven la sordera de Ángela desde un lugar, por así decirlo, más negativo, más desde lo problemático, desde la carencia y la asistencia y eso tiene que ver con algo bastante generacional o de su ámbito, de cómo les asesoraron en su momento. Ángela, sin embargo, vive su sordera desde un lugar más positivo, como una manera de estar en el mundo con su propia lengua y sus valores. Se produce, entonces, un choque de comunicación. Los padres signan pero no tienen un manejo muy locuaz de la lengua de signos, cosa que para Ángela es muy importante. Ella con Héctor se comunica muy bien en lengua de signos, pero con su madre tiene más problemas. Así que, sí, creo que en una familia como la de la película la comunicación puede ser todavía más compleja de lo que es en una familia donde no existe esta situación.
P. En una sociedad tan competitiva se nos obliga a diferenciarnos para destacar. ¿Crees que esa puede ser la razón por la que cuando estamos ante una persona con discapacidad, de todas sus cualidades lo primero en lo que nos fijamos es en esa discapacidad, que es lo que la hace diferente?
R. Yo creo que sí, que, efectivamente, vivimos en una sociedad que, además de competitiva no es amable con la diferencia y con la diversidad, sino todo lo contrario. Vivimos bajo un mandato tácito de encajar en un molde. Puede que ese molde varíe un poco dependiendo del género y de la edad, pero existe. Todo el mundo sufre a la hora de intentar encajar en ese molde, nos mutilamos, nos modelamos de una manera, a veces, casi violenta y eso es algo que como sociedad estaría genial que analizásemos y revisásemos porque hay personas, como las sordas o con otras discapacidades, para las que encajar ahí no es que sea muy difícil, es que es completamente imposible.
Tengo la sensación de que estamos demasiado ocupados y preocupados por encajar en esos moldes y no nos damos cuenta de toda la diversidad humana que hay, que es riquísima. Se nos educa para relacionarnos con las diferencias, entonces, lo primero que salta a la vista es esa diferencia y ese no encajar en el molde hegemónico y normativo que se nos marca.
P. Tú qué has vivido siempre con tu hermana sorda, ¿crees que realmente se ha avanzado en materia de discapacidad en la sociedad o simplemente es que ahora se habla más de ello?
R. Que se habla más de ello y que se han dado pasos respecto a cuando Miriam era pequeña es un hecho. Ahora hay más visibilidad de la lengua de signos, hay más intérpretes, se ha avanzado también con los subtítulos, pero eso no quiere decir que se haya hecho lo suficiente. Creo que seguimos yendo tarde y, a veces, mal direccionados. A nivel estructural, hacen falta políticas de educación y de sensibilización porque falta mucha información sobre cómo relacionarnos con personas con diversidad funcional. Y eso hace que, en muchas ocasiones, nos falten habilidades, coraje y empatía para relacionarnos con personas con diversidad funcional. Como no estamos acostumbrados, cuando se da la situación, no sabemos qué hacer. Y faltan también recursos para implementar el subtitulado y la accesibilidad a la información y que la cultura sea para todo el mundo, no sólo para personas oyentes o videntes.
P. ¿Cómo fue el trabajo de preparación de los personajes con Miriam y Álvaro?
R. En el caso de Miriam, ya veníamos del cortometraje Sorda y, además, yo ya la había dirigido en teatro, así que nos conocemos bastante como actriz y directora, pero para el largometraje, que sabíamos que era algo muy intenso porque Miriam está en todas las secuencias, nos preparamos todo lo bien que pudimos. Primero, vimos mucho cine juntas, hablamos mucho de referentes y, después, hicimos un análisis del guion secuencia por secuencia, entendiendo a Ángela, hablando de ella, generando imágenes, imaginando su pasado.
Con Álvaro fue igual. Estuvimos menos tiempo, pero yo creo que el acorde a su personaje. Después, hicimos el trabajo conjunto con los dos. Álvaro se sumó al proyecto un año antes de empezar a rodar, comenzó a aprender lengua de signos y a tener contacto con comunidad sorda y, durante ese año, tuvimos encuentros puntuales de un fin de semana donde empezamos a construir el vínculo tanto entre Álvaro y Miriam para que se conociesen como entre Héctor y Ángela para construir cómo se habían conocido, cómo habían tomado la decisión de tener un hijo, para que, luego, lo que se viera en la película fuera solamente la punta del iceberg pero sostenida sobre una base que hiciera que todo funcionase tan bien. El vínculo está muy trabajo y muy construido.
Suscríbete para mantenerte al día de la actualidad cinematográfica y conocer la trastienda de las películas de la mano de sus creadores y protagonistas. Un email te avisará de cada nueva publicación.