Tras su paso por el Festival de Toronto, donde recibió el máximo galardón en la Sección Platform, ha inaugurado la 69ª edición de la SEMINCI, alzándose con la Espiga de Plata al Mejor Largometraje (ex aequo) y con Mención Especial para sus intérpretes principales, ‘Polvo serán’, la película dirigida por Carlos Marques-Marcet -escrita por él, junto con Clara Roquet y Coral Cruz-, en la que Ángela Molina da vida a Claudia, una actriz que, tras ser diagnosticada con una enfermedad terminal, decide poner rumbo a Suiza para terminar allí sus días con ayuda de una asociación de suicidio asistido. Su pareja, Flavio -el chileno Alfredo Castro-, director teatral que no se ha separado de ella en cuarenta años, opta por acompañarla también en este viaje sin retorno.
Sobre la película, que llegará a los cines el 15 de noviembre, sus orígenes y la vida como preparación para la muerte he charlado, entre otras cosas, con su director.
Pregunta. ¿De dónde surge la idea de esta propuesta visual tan particular, con esos números de danza de la compañía ‘La veronal’?
Respuesta. La película parte de que unos amigos, una pareja mayor, me explicaron que querían hacer lo que se ve en la película en su vida real y, entonces, les propuse hacer un taller de investigación, de creación e interpretación, de manera que pusiéramos en escena ese proceso, en el que participase también su hija real. Después, me di cuenta de que había muchas escenas que era muy difícil poner en palabras porque hablar de la muerte de uno mismo no tiene nada que ver con la muerte del otro. La muerte del otro es el duelo, la separación, pero la muerte de uno mismo es algo muy abstracto. Se ve muy claro en documentales sobre muerte asistida. En ellos, cuando el que quiere morir tiene que decidir qué día lo hace, surgen respuestas como «ese día no, que tengo fisio». Es muy raro. Había algo de esa extrañeza que hacía que, en muchas escenas, ellos acabaran cantando y bailando. Y nos dimos cuenta de que ahí había algo. Además, en la tradición del Barroco, que ha sido muy inspiradora para nosotros en este sentido, siempre aparecía, al final, la música. También en muchas tradiciones existe la danza de la muerte, la danza macabra. Incluso la pintura se representa con música. Hay una relación entre la música y la muerte, que es muy obvia, pero que no siempre pensamos. Y lo último ya fue cuando fui al funeral del padre de una amiga, que era laico, y aun así todo tenía que ver con la música. El material se nos impuso, así que tenía que ser un musical.
P. ¿Cómo pasasteis del documental a la ficción?
R. En esta pareja que te decía ella es actriz, él no es actor, pero la idea era hacerlo con ellos. Entonces, en un primer momento, había un guion que trabajamos un poco como habíamos hecho en la película anterior, ‘Los días que vendrán’, donde utilizamos el embarazo real de la pareja de actores protagonistas, pero jugábamos con unos personajes que no eran ellos, obviamente, era una ficción. En este caso, más porque trataba sobre algo que no estaban haciendo los protagonistas, sino que querían hacer. Y ahí se mezclaban los personajes de ficción que habíamos creado y, de vez en cuando, salíamos de la ficción y era un ensayo de una familia viendo cómo sería, pero estaba ficcionado. No era documental y ficción, sino ficción y metaficción. Fue muy natural, aunque el guion fue muy complejo de hacer porque teníamos la ficción, la metaficción y el musical. Fueron dos años con Clara Roquet escribiendo ese guion super complejo y, a un mes de rodar, por motivos de salud, no pudimos rodar con ellos. Cancelamos el rodaje y yo iba a cancelar también la película pero, entonces, mis productores me dijeron que si pensaba cómo reconducirlo, la hacíamos. Ese guion no tenía sentido si no era con esa pareja, entonces, trajimos a Coral Cruz, que vino a echarnos una mano. Lo que hicimos fue, básicamente, condensar la ficción y la metaficción en una ficción, que, de alguna manera, recoge restos de los ensayos que habíamos hecho con la pareja con la que no pudimos rodar.
P. ¿Tenías claro que los personajes protagonistas tenían que ser interpretados por Ángela Molina y Alfredo Castro?
R. Era obvio que el personaje de ella tenía que ser para Ángela Molina. También pensamos en otros actores porque no me gusta quedarme solo con la opción más evidente, pero la verdad que fue un casting muy obvio. Y con Alfredo nos pasó lo mismo. El personaje era chileno, entonces, actores chilenos, pues Alfredo Castro. Fue muy natural. Es verdad que siempre te la juegas porque actores de la trayectoria de Ángela y Alfredo no hacen casting, cosa que a mí me habría gustado hacer sólo por ver la química entre ellos, pero bueno. Se manejaron también otros nombres por un tema de coproducción porque Alfredo era un actor chileno y ellos preferían un actor italiano, entonces estuvimos viendo a actores italianos, pero, al final, fue Alfredo. No pudimos probar la química entre Ángela y Alfredo, pero tiramos de intuición. Te la juegas e influye la suerte también.
P. Comentabas que la muerte de uno mismo es algo muy abstracto. ¿Cómo te relacionas tú con la muerte?
R. Yo pienso en la muerte cada día de mi vida desde que tengo siete años. La peli refleja un poco eso. No es una peli tremendista, sino que refleja que pensar en la muerte es el origen de la felicidad. Para mí la vida tiene algo de prepararse para ese momento. Hay una frase de la película ‘El fugitivo’, de John Ford, que me impactó mucho, en la que hay un cura al que van a matar y el día anterior, el guardián de la celda, le lleva una botella de whiskey y le dice: «venga, bebamos». Y el cura le contesta: «no, gracias, quiero vivir mi muerte».
‘Polvo serán’ es una película sobre la muerte, pero es también una película sobre la vida, obviamente. Había un punto de encontrar a la muerte también ese lado cómico. Se trataba de jugar con que el absurdo te lleva a lo cómico. Y, por eso, no me gusta hablar de drama, pero sí de tragicomedia porque es algo trágico, pero cómico a la vez. Lo que no queríamos era utilizar el humor para aligerar porque de eso pecan muchas comedias dramáticas. Yo estuve mucho tiempo trabajando con cine independiente americano porque viví allí muchos años y, para mí, cierto cine pecaba de esa manera de usar el humor. Yo lo que quería era intentar hacer lo contrario, no que lo cómico aligerase, sino que potenciase, es decir, que estuviera pasando algo muy trágico y, de repente, pasase algo muy cómico y te rieses un montón de la propia tensión. Me gusta que las películas tengan algo de montaña rusa emocional.
P. Es curioso que hayan coincidido en el tiempo películas como la tuya, ‘Los destellos’, de Pilar Palomero, o ‘La habitación de al lado’, de Almodóvar, que hablan de la muerte, pero también de la vida y que tienen ese enfoque de prepararse para la muerte, que es algo de lo que, al menos en nuestra cultura, no se habla.
R. Es el tabú que ha sustituido al sexo, ¿no? Porque, en el capitalismo, la muerte es lo menos productivo.
Pensar en la muerte te hace estar en el presente. Si no, estás siempre proyectando. Este es el primer final no abierto que hago, bueno, o sí, depende, no voy a decir nada. Pero siempre que me preguntan cómo acaba una película, digo que, al final, se mueren. Un ejemplo es la película de Buster Keaton, ‘El colegial’, que me encanta, donde él consigue a la chica, se casan, tienen hijos, se hacen viejos y acaban en dos tumbas. Entonces, las películas acaban en un punto, pero si te proyectas, al final, los protagonistas se mueren. El final siempre es el mismo, otra cosa es que dejes de rodar antes de que llegue ese momento.
P. Los protagonistas toman una decisión complicada para ellos mismos, pero que, además, afecta de manera muy directa a las personas de su entorno. ¿Nos pesa mucho la opinión de los que nos rodean?
R. Sí. Y por suerte. En la película, la manera en que el entorno recibe esta decisión me parecía muy importante no para poner en duda el derecho a poder decidir, pero sí para poner en duda el cómo se hace y con qué determinación. Es muy curioso que sea Suiza, precisamente, uno de los países más avanzados en el tema de la muerte asistida, que fue el país que más tarde legalizó el voto de la mujer. Tienen siempre un doble juego muy extraño. En muchos sentidos yo los admiro mucho y tendríamos mucho que aprender de ellos, por ejemplo, en cómo construir un país con cuatro lenguas. Y tienen esta cosa de los derechos individuales, que está bien, pero hay que ponerla en un contexto ético, que no moral, pero sí pensar éticamente qué significa esto para una comunidad, cómo cuidamos a la gente de esa comunidad, cómo nos dejamos cuidar, cómo gestionamos eso. Habría que poder hablar de la muerte y abrir vías para que la gente que no quiera seguir viviendo pueda tener esa posibilidad. Me refiero a, simplemente, poder hablar de ello, que eso ya evitaría muchísimas muertes por suicidio y mucha angustia. A la vez, hay que hacer una reflexión de por qué esta gente está tomando esta decisión y qué se puede hacer para que no tengan que llegar a ese extremo.
La película se rodó en las instalaciones de Dignitas, que es una de las asociaciones de muerte asistida. El interior y el exterior son las instalaciones reales y una de las personas sale en la película, acompañando allí a los protagonistas, es una persona que acompaña cada día a personas a morir. Fue muy bonito rodar allí. Para los actores el trabajo ya estaba hecho. A Dignitas se les puede criticar por muchas cosas, no digo que no, pero hay una cosa que me gusta mucho, que es que, en el momento en el que aprueban el proceso, muchísima gente decide no ir. Es como si, al saber que pueden hacerlo, que se les va a comprender y que tienen un espacio, ya se quedasen tranquilos, pasase la angustia y, saber que pueden ir cuando quieran les permite disfrutar mucho más. Es una pena porque si pudiésemos hablar de todo esto, desaparecería el peso que arrastra la gente que no ve una salida.
P. Has repetido en el guion con Clara Roquet y Coral Cruz. ¿Se escribe mejor a seis manos que a dos?
R. A mí me cuesta muchísimo escribir solo. Creo que no lo he hecho nunca y no sé si alguna vez lo podré hacer. Es muy aburrido. Hay quien dice que tiene ideas en la ducha, por ejemplo. A mí, generalmente, las ideas me vienen hablando. Mientras estoy hablando de algo, voy elaborando y se me ocurre una idea, pero no se me ocurren en vacío. Pensando en mi casa, pienso tonterías. Cuando estoy con alguien, en esa interacción pasan cosas. Entonces, me cuesta mucho escribir solo por eso. Aparte, con Clara y Coral hay confianza total, ya nos entendemos. Y, además, es que son dos de las mejores guionistas de este país. En ese sentido, es un lujo. La segunda peli no la escribí con Clara porque estaba justo en la Universidad en Nueva York y no podía, pero Coral ‘En los días que vendrán’ nos rehízo el guion prácticamente. Y a la tercera ya se vino de guionista directamente. Luego ya con esta última también.
P. ¿Qué proyectos que no hayas abordado todavía te apetece explorar?
R. Tengo cosas, pero no quiero hablar porque están aún muy en ciernes. Tengo un proyecto que es un poco complicado y creo que no va a poder salir. En el cine siempre estás mirando a ver a qué puedes acceder con cierta libertad. Yo sufro con que las películas vayan bien o mal, sobre todo y más que nada, porque, según cómo vaya la película, voy a tener más o menos libertad para trabajar en la siguiente. Te avala esa trayectoria y puedes arriesgarte más y hacer más cosas. Para mis siguientes proyectos, dependerá un poco de cómo vaya esta película.
Y en paralelo a estos casi cinco años que hemos tardado en hacer ‘Polvo serán’, he rodado alguna cosa para televisión y con un amigo fotógrafo -Aleix Plademunt- llevo tiempo grabando imágenes y una voz en off. Estamos haciendo un documental ensayo. Empezamos con una videoinstalación para una exposición que tenía él en Canal, en Madrid, y seguimos trabajando y nos lo estamos pasando muy bien. Nos vamos a la isla de Surtsey -en Islandia-, que es una isla que tiene solo sesenta años de vida, con una expedición científica que solo va una vez al año -no está permitido que la visiten particulares- y estamos allí los dos decidiendo si grabar esta roca o esa otra. Tenemos mucho tiempo para pensar las imágenes porque reeducas la mirada también. Se parece un poco a la primera película que hice, que no se vio, o lo que hicimos para HBO –‘En casa’- durante el confinamiento, que tenía ese punto más de ensayo.
P. ¿Qué supone para ti y para el equipo de ‘Polvo serán’ estar aquí abriendo la SEMINCI?
R. Impresiona mucho cuando ves todas las películas que han abierto este festival, la cantidad de gente que ha pasado por aquí y lo que ha supuesto para el cine en España. Te sientes parte de la familia. Y coincides también con muchos compañeros a los que quieres y admiras. Esta tarde voy a ver ‘A nuestros amigos’, la película de Adrián Orr. Está por aquí también Sorogoyen. Y Mar Coll viene con su película, que es increíble. Es una experiencia muy bonita.