Entrevista | Álvaro Hernández Blanco y Thimbo Samb «Los cayucos nos dan sustento del mar, pero también nos invitan a marcharnos»


‘Los cayucos de Kayar’ cuenta la historia de Thimbo Samb, un senegalés que hace quince años, tras varios intentos, llegó a España en una patera, persiguiendo su sueño de ser actor. Lo cumplió. De hecho, ha actuado en numerosas series y películas y también en el teatro.
Además del propio Thimbo, el artífice de este cortometraje documental, que ya ha cosechado varios premios en distintos festivales y es candidato a los Premios Goya de 2025, es el cineasta Álvaro Hernández Blanco. Juntos han dado forma, con gran sensibilidad, a esta pieza que muestra los motivos que empujan a la gente a subirse a un cayuco, lo que supone dejar tu país atrás y empezar de cero en otro, lo que esa experiencia te cambia y lo que encuentras al regresar.
De todo ello he tenido la inmensa suerte de hablar con Álvaro y Thimbo. El resultado es una conversación que invita a la reflexión y a darnos cuenta de que quienes salen de su país, arriesgando su vida en busca de un futuro mejor, son mucho más que un mero titular en los periódicos.
Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de este corto?
Álvaro Hernández Blanco. Thimbo y yo nos conocimos cuando yo buscaba actores de su perfil para un cortometraje de ficción. El director Esteban Crespo, con quien Thimbo había trabajado anteriormente, me lo recomendó. Me pasó su contacto y estuvimos hablando, aunque, finalmente, ese cortometraje no se materializó; no obstante, Thimbo y yo hicimos muy buenas migas. Yo venía, además, de escribir un libro sobre la migración en la frontera entre EE.UU. y México, donde yo viví siete años, y Thimbo, al conocer esto y darse cuenta de que también tengo esa faceta de escritor y de que me gusta este pedaleo sobre el tema migratorio, me propuso escribir su historia, que es tremenda. A mí me encantó, así que acepté. Me puse a escribir y avanzamos bastante con el proyecto. Hacíamos reuniones virtuales para entrevistarlo yo y empaparme de toda la historia, pero llegó un punto en que sentí que estaba escribiendo muy de oídas y que me gustaría conocer eso en primera persona, es decir, poder viajar a Senegal para ver todo en detalle, cómo huele, cómo suena, en mis propias carnes. De ahí salió un viaje a Senegal y le propuse a Thimbo llevar las cámaras para grabar las entrevistas que hiciéramos a la gente de allí y tener ese material aunque fuera a modo de documentación. A él le pareció bien. Y, conforme se acercaba la fecha del viaje, ya que allí íbamos a grabar, nos fuimos centrando, cada vez más, en hacer un documental. Yo, además, vengo del mundo de YouTube, hago mucha generación de contenidos y estoy muy acostumbrado a grabar sobre la marcha, muy a lo guerrillero, con pocos medios, entonces me veía capacitado para hacer algo de cierta entidad aunque fuéramos solamente Thimbo y yo. A partir de ahí, el viaje se convirtió en un rodaje de una pieza documental. Íbamos un poco a ciegas, no sabíamos exactamente qué iba a resultar de aquello, pero sí sabíamos que teníamos temas muy potentes que tratar. Fue una cuestión de confiar en el proceso y, al final, volvimos con unos materiales muy buenos. Thimbo me preguntaba cómo iba a montar algo con todo eso porque teníamos demasiado material, pero, al final, se pudo y salió algo que quedó especial.
P. ¿Cómo vivieron en Kayar el rodaje y el hecho de que se fuese a contar la historia de Thimbo?
Thimbo Samb. Fue gracioso. Álvaro era el único blanco.
A.H.B. Sí. Creo que había un asiático por ahí, que, junto conmigo, era el único no negro.
T.S. Además, en mi pueblo los niños, cuando ven una cámara, piden fotos todo el rato. Para mí fue muy especial este documental porque sale toda mi familia y también mi querido pueblo, al que amo tanto. Creo que nunca se lo he dicho a Álvaro, pero él ha hecho que mi abuela, que sale en el documental, sea inmortal y eso es algo que voy a agradecer siempre porque ella, que ya es mayor, fue quien me cuidó y me educó; todo lo que sé hoy en día fue ella quien me lo inculcó y verla en este documental y saber que me va a acompañar durante muchísimos años y que mi hijo va a poder disfrutar de su bisabuela es muy especial.
«Cuando vuelves a casa después de mucho tiempo, para tus amigos eres el mismo, pero tú ya eres otro»
P. Álvaro, ¿crees que el hecho de haber emigrado tú también de tu país, aunque haya sido en condiciones distintas a las de Thimbo, te ha hecho empatizar más con historias como la suya?
A.H.B. Sí, sí. Y creo que nuestro click inicial iba por ahí también. Yo siempre puntualizo que tengo la dicha de no haberme subido a una patera nunca, o sea, desde ese punto de vista, no hay una experiencia comparable. Yo he emigrado con papeles, como tantos jóvenes españoles ahora, pero hay otros temas que exploramos en el documental que tienen que ver con la pérdida de identidad, con el desarraigo, con la añoranza, con esa nostalgia por un pasado que ya no va a volver, con volver a ese lugar donde fuiste feliz de niño y notarlo más distante, con que la gente te reciba como un forastero, y estas son cosas que yo he vivido, a mí manera obviamente, pero el haber conocido todas esas emociones, desde luego, a mí me ha ayudado a poder explorar este fenómeno trasladado a Kayar y a la historia de Thimbo.
T.S. Es muy duro este proceso de volver a casa después de mucho tiempo. Para los que eran tus amigos de toda la vida, tú eres ese amigo, pero para ti ya eres otro. Mis amigos de infancia están allí. De hecho, con mi mejor amigo, Alpha, que sale en el documental, no podemos mantener una conversación sana, una conversación en la que yo me sienta a gusto porque yo quiero hablar de otras cosas que no son las que hablábamos cuando éramos pequeños y, en muchas ocasiones, no nos entendemos. Yo tengo otra forma de ver las cosas, otra forma de pensar y de hablar. Muchas veces, piensan que hablo desde la superioridad. Por ejemplo, si hablo del cambio climático, me dicen: «¿cómo que cambio climático? ¿te crees un blanco?». O si les pregunto cómo pueden convivir con tanta basura y les digo que hay que intentar limpiarla, me contestan: «¿de qué vas, si tú estabas aquí hace unos cuantos años?».
A.H.B. Y casi te sientes mal porque, efectivamente, eso se puede llegar a ver como una altanería, pero la cuestión innegable es que, al estar fuera, te cambia el chip. Me imagino a un africano, que está acostumbrado a vivir al día, a no tener miras más allá, que, de repente, llega a Europa y experimenta la transformación que ha tenido Thimbo y, entonces, sus miras pasan a ser a largo plazo, a hacer proyectos grandes, y es difícil que eso resuene en sus amigos de toda la vida porque ellos siguen, de alguna manera, en ese «día de la marmota».
P. Thimbo, en el documental dices: «Estos cayucos nos dan sustento del mar, pero también nos invitan a marcharnos». Sabiendo que en el viaje en patera hay altas probabilidades de perder la vida, ¿qué es lo que os impulsa a marcharos?
T.S. Muchísima gente tiene muchos motivos para irse. Uno de los más importante es el saqueo de los recursos. Es muy importante decir que no salimos de nuestros países porque nos guste morir. Sabemos que, durante el viaje, podemos morir, pero salimos por la corrupción que hay en nuestros países. Nuestros gobiernos son corruptos, venden nuestros recursos y esto hace que mucha gente se suba a una patera.
P. Antes de venir a España. ¿Qué esperáis encontrar aquí? ¿Qué idea tenéis de España?
T.S. Cuando estamos en Senegal, desde pequeños, la televisión se encarga de enseñarnos lo mejor de Europa. Con el desastre de la DANA en Valencia ha sido la primera vez que gente en Senegal me ha dicho que han visto en la televisión nacional una desgracia ocurrida en España. Me parece increíble porque lo normal es siempre enseñarnos lo más bonito. Y, como vemos esto desde pequeños, tenemos ganas de irnos allí. Y luego está también el tema del tiempo. Cuando estás en Senegal y un amigo o un familiar tuyo se va a Europa, el tiempo pasa pero no te das cuenta. Cuando vuelve cuatro años después, tú estás donde estabas porque para ti el tiempo no ha pasado; sin embargo, esa persona vuelve con una casa y un coche y piensas: «lo que dicen en la tele es verdad, allí sí que hay riqueza». Sólo controlamos el tiempo cuando estamos en Europa. De hecho, casi todos los africanos llegamos tarde porque el tiempo no lo controlamos.
A.H.B. Thimbo es muy puntual, doy fe, pero recuerdo una anécdota del rodaje: un día quedamos con un grupo de pescadores para salir en cayuco a grabar y Thimbo me decía: «ya lo hemos cerrado para mañana por la mañana», y yo le preguntaba «pero ¿a qué hora?», y él me contestaba: «mañana por la mañana», y yo insistía «pero eso pueden ser las siete de la mañana o a las once». Al final, salió, pero es de estas cosas que te hacen ver que tienen otro chip.
T.S. Otra anécdota fue una vez que cogí un taxi en Senegal para ir a otra ciudad y pregunté al taxista a qué hora íbamos a llegar a nuestro destino. Me pegó un grito y me dijo: «¿tú crees que soy adivino? ¿cómo voy a saber a qué hora llegamos?»
P. Thimbo, tú para muchos jóvenes de tu pueblo eres un referente. ¿Eso pesa?
T.S. Es un peso, pero también llega un momento en que uno tiene que asumir lo que realmente es. Yo no puedo cambiar mi forma de ser. Soy así. Sé que soy luchador y sé que soy un ejemplo no sólo para gente de mi pueblo ni tampoco sólo para gente de Senegal, sino para gente de muchísimos países de África porque tengo un volumen de seguidores muy grande y me siguen desde muchas partes de África. Estas personas, al conocer mi historia, cómo he venido, cómo he llegado y cómo he conseguido todo lo que he conseguido, piensan que ellas también pueden. Cuando me dedico a informar en persona a gente que conozco de que Europa no es como pensamos, como esa conversación que tuve con mi madre, que sale en el documental, en la que le conté todo lo que había vivido aquí, todo lo que había sufrido antes de tener lo que tengo, ellos me dicen: «si tú puedes, nosotros también podemos y si tan mal está Europa como nos lo estás pintando, quédate en Senegal». En las redes, cuando haces un vídeo para informarles de la verdad, lo que hacen es insultarte, decirte que eres una mala persona, que no quieres que vengan y que por eso les dices todo eso.
A.H.B. Igual haría falta empezar a colgar en Instagram eso que contabas en el documental de cómo comiste de los contenedores cuando llegaste, que son cosas que nadie jamás va a colgar en sus redes, pero que son la realidad.
T.S. Sí, pero créeme que, aun así, habrá gente que querrá venir. Yo di una charla en una de las mejores universidades de África a unos trescientos alumnos y, después de decirles todo lo que he vivido, cuando les pregunté si alguien quería, aun así, venir a Europa, levantaron la mano todos menos la profesora. Decían que, aun con todo lo que yo había sufrido en Europa, preferían venir a Europa a vender buñuelos que estar allí trabajando.
A.H.B. Y eso la gente con más preparación de África…
«Soy la persona que soy gracias a que cogí una patera, pero si me hubiera quedado en Senegal, a lo mejor no habría muerto gente pensando que podían conseguir lo que yo he conseguido»
P. Ahora, sabiendo lo que sabes y con toda tu experiencia, Thimbo, ¿volverías a echarte al mar para perseguir tu sueño?
T.S. Cada vez que me preguntan esto me sonrío porque me pone nervioso. No sé contestar a esto. No quiero ser egoísta ni mentiroso, quiero ser muy sincero. Soy la persona que soy hoy en día gracias a que cogí una patera, esa es la verdad. Si no lo hubiera hecho, sería como mi amigo Alpha, no sería activista porque no sabría lo que está pasando, no habría dormido en la calle para aprender a valorar lo demás, no tendría éxito ni tampoco conocería a amigos que hoy tengo, como Álvaro, que son gente importante para mí. Por otro lado, si me hubiera quedado, a lo mejor no habría muerto gente pensando que podían conseguir lo que yo he conseguido. Entonces, es una pregunta que no sé responder.
P. Decías también en el documental, Thimbo, que en Senegal los niños saben ser niños, a diferencia de en Europa, donde están todo el día con las pantallas, y que no cambiarías tu infancia en tu país de origen por nada del mundo. Los dos tenéis la experiencia de haber vivido en países distintos de España. Tú, Thimbo, vienes de Senegal y tú, Álvaro, has vivido fuera. Con vuestra experiencia de haber vivido en otros países, ¿qué les diríais a los niños españoles?
A.H.B. Yo he vivido en EE.UU. y en México y todo lo bueno que vi en Senegal no lo vi ni en EE.U. ni en México, que no dejan de ser culturas occidentales, en las que se acusan muchas de las cosas que señalaba Thimbo, como el tema de las pantallas. México, además, no es un sitio en el que los niños puedan salir a jugar a la calle, lo cual es curioso porque, en términos generales, dirías que México está más avanzado que Senegal, pero la realidad es que Senegal es un lugar más seguro. Y en EE.UU., donde antes era muy normal que los niños fueran caminando al instituto solos, hoy en día llaman a la policía si ven a un chaval de diez años yendo al colegio solo, o sea que se activan las alarmas porque hay muchos temas de inseguridad, incluso de secuestros y cosas muy turbias. Entonces, mi visita a Senegal me retrotrajo a cómo eran mis veranos con mis primos hace veintiocho años en España. Seguro que tú también puedes recordar esos tiempos de una infancia feliz y despreocupada, en los que desparecías de casa y tu madre sólo te pegaba un grito por la ventana cuando había que volver a cenar. Eso ya no lo veo aquí y en Senegal sí lo vi. En el documental, mostramos que Kayar no es un lugar perfecto, pero el hecho de ver a los niños viviendo una infancia plena a mí me cautivó.
T.S. Me he dado cuenta de que en Europa vivimos con mucha preocupación. Lo digo porque mi hijo -vive en Senegal con su madre- tiene dos años y ocho meses y cuando llamo a casa y pregunto por él, me dice mi mujer que se fue, y digo: «¿pero se fue a dónde?», y me contestan que no saben, que se fue con sus amigos y que ya volverá, y yo me quedo preocupado porque algo me ha cambiado; sin embargo, su madre lo lleva tan bien. A lo mejor seguimos la conversación y, de repente, me dice que ya lo ve venir desde la ventana. Eso que yo viví de niño con la mentalidad de aquí me preocupa. Para mí, es muy bonito que mi familia tenga la tranquilidad de dejar que un niño de dos años y ocho meses se vaya por ahí con sus amigos, que se pelee, que discuta, que llore. Aquí, sin embargo, pasas por un parque y ves a cinco niños y cinco o diez padres. Y cuando se cae el niño, todo el mundo sale corriendo a ver si está bien. Y eso que se supone que en España todo es más seguro.
A.H.B. Es lo que llaman los «padres helicóptero».
T.S. Los niños necesitan libertad, necesitan estar solos haciendo sus cosas. Mi mujer me contó que ayer estaba cocinando y los niños estaban haciendo juguetes de cartón, cortándolo con cuchillos y que, de repente, mi hijo cogió un cartón y llegó a la cocina y le dijo a su madre que necesitaba un cuchillo. ¡Me parece algo tan distinto de lo que pasa aquí! Y no sé qué es mejor si dejar a los niños tan pequeños con cuchillos o protegerlos tanto. Lo que tengo claro es que yo no cambio mi infancia en Senegal por nada del mundo. He vivido una infancia plena y mi hijo seguro que la está viviendo, lástima que no vaya a terminarla allí porque él y mi mujer vienen el próximo año a España, pero, al menos, sé que habla wolof [una lengua hablada en Senegal] y cuando venga aquí vamos a seguir hablando wolof con él para que no pierda esa parte tan importante de su vida.
«El inmigrante siempre tiene en su cabeza el billete de vuelta»
P. En el documental, vemos al hermano de Thimbo diciendo que las palomas mensajeras siempre vuelven. ¿Creéis que, como las palomas mensajeras, uno tiende a volver al lugar donde nació?
T.S. Esta parte es una metáfora muy importante. Creo que la mayoría de senegaleses tenemos claro que queremos volver a casa, aunque estemos fuera durante años. En el festival de Guadalajara, se me acercó un señor latino de unos setenta años, casi llorando, y me dijo «este documental me ha recordado a mi hogar, llevo mucho tiempo aquí y creo que toca ya volver».
A.H.B. A veces, entre tanto mensaje de odio de «vuélvete a tu país», la gente no se da cuenta de que los inmigrantes quieren volver a su país, pero no quieren volver ni con las manos vacías ni mientras el país siga hecho unos zorros. Lo veo ahora mucho con el pueblo venezolano, por ejemplo. Ellos tienen una nostalgia y una avidez real por volver, pero no bajo cualquier condición, obviamente. Y en EE.UU. lo veía, los cubanos americanos hablaban de Cuba como un país que ya no existía, pero decían que si pudieran volver a la Cuba que habían conocido, evidentemente lo harían. Es triste esta parte porque no se considera, sobre todo, cuando se habla en términos de que nos quieren invadir. El inmigrante siempre tiene en su cabeza ese billete de vuelta y rara vez se explora esta cuestión.
T.S. Desde luego, mucha gente que conozco queremos volver y acabamos volviendo. El nuevo gobierno que hay en Senegal, por lo menos, nos ha devuelto la esperanza y yo confío en que volveré a casa, aunque no sé cuándo porque estará aquí mi hijo y ya no estaré solo, ya seremos tres y mi mujer y yo tendremos que pensar lo que es mejor para nuestro hijo, entonces, no sabemos ni cómo ni cuándo, pero, sinceramente, a mí me gustaría volver a Senegal, aunque sin renunciar a España porque Senegal es mi país, pero también España es mi país y quien diga lo contrario que venga a sacarme de aquí.
P. ¿El documental lo han visto ya en Kayar?
T.S. No han tenido ocasión aún. Bueno, mi mujer, por ejemplo, sí que lo ha visto. La idea es llevarlo y proyectarlo allí en 2025. Me imagino hacerlo en la plaza del pueblo y que vengan todos a verlo.
A.H.B. Yo estoy un poco nervioso porque para ellos es otro documental. Quiero decir que no sé cómo se lo van a tomar. Hay muchas cosas que pueden levantar ampollas. Es un documental bastante ecuánime, pero contamos lo bueno y también lo malo. Pueden decir: «ha llegado este blanco a contarle al mundo que tenemos la basura por ahí». Igual me linchan.
T.S. No. El documental lo hemos hecho más bien para la gente no negra, pero créeme que va a ser algo que les encantará porque, de alguna manera, vendemos nuestro pueblo. Estos últimos meses, mucha gente que va a Senegal pasa por Kayar porque lo han conocido a través de mí. Y para el pueblo eso es algo positivo. Entonces, yo creo que, aunque haya cosas con las que no estén de acuerdo, les va a gustar. Y si no, me echarán la culpa a mí, no a Álvaro. Y, además, todo lo que contamos es real, no nos hemos inventado nada.
A.H.B. Es cierto que el público que conoce Kayar por primera vez se queda con lo bonito, lo pintoresco, los colores, la gente y su calidad humana. Espero que puedan valorar esto en Kayar también.
«Cuando tratas de tú a tú a los migrantes y no los ves como titulares o como un pretexto para una postura política muy predefinida, no sólo descubres que puedes entender perfectamente por qué hacen lo que hacen, sino que te causan admiración incluso»
P. Álvaro, ¿qué aprendizaje te llevas de este proyecto?
A.H.B. Muchos. A nivel cinematográfico, ha sido un proyecto muy empoderador, por usar una palabra de moda, porque con muy poco hemos llegado muy lejos y estamos removiendo muchos corazones, llegando a la gente a un nivel muy personal con esta historia, que empezó siendo una cosa muy pequeñita de Thimbo y mía, a la que se fue uniendo gente, mejorando y elevando el proyecto.
A cualquier persona que se quiera dedicar a contar historias me encantaría explicarle el making of porque hay muchas lecciones valiosas que extraer de él, por ejemplo, que, hoy en día, hay herramientas de sobra para hacer cosas que resulten entretenidas y tengan un mensaje importante. Y es que, a veces, las personas que nos queremos dedicar a esto tenemos el bloqueo mental de pensar que no tenemos una productora o no tenemos una cámara de cincuenta mil euros, que la burocracia es complicada; sin embargo, si hay amor y cierta perspicacia para saber contar mucho con poco y, obviamente, un radar para saber detectar historias como la de Thimbo y su gente, se pueden hacer grandes cosas.
Y, a nivel humano, el aprendizaje ha sido constatar lo que yo ya había descubierto en todo este fenómeno migratorio de América entre Latinoamérica y EE.UU., que es que, al final, cuando tratas de tú a tú a los migrantes y no los ves como titulares o como un pretexto para una postura política muy predefinida, no sólo descubres que puedes entender perfectamente por qué hacen lo que hacen, sino que te causan admiración incluso. La gente que, contra todo pronóstico, contra toda circunstancia, decide no conformarse y tomar las riendas de su vida para ir a más, pese a lo que les puedan decir desde los medios, desde el país que los acoge, desde el país que dejan atrás, para mí está en su derecho de hacerlo. Luego, podemos entrar en consideraciones burocráticas, pero eso es lo de menos, sinceramente. Cualquier persona que quiera ir a más y dar lo mejor de sí y hacerlo de manera honrada, por mí que cruce todas las líneas imaginarias que quiera.
Este cortometraje documental está disponible en FILMIN.